22 de febrero de 2008

El hombre de los 483 Km

Artículo original: The 300 Mile Man
Por Ben Hewitt


Dean está listo para realizar la mayor hazaña de su carrera ... salvo que algún corredor que apenas lo conozca, y, peor , que no pueda verlo, esté pensando arruinarla.

Es un poco antes de las 9 de la mañana en este día de julio, y a Karnazes le faltan 24 km para terminar la ultramaratón de Badwater en el 2004, vista como la competencia a pie más díficil organizada en los EEUU. Son más de 217 km de subidas y curvas desde Death Valley, California hasta los flancos del monte Whitney. Obliga a los corredores a ir desde el nivel del mar hasta 2.550 metros. Es correr bajo temperaturas que pasan los 54ºC.

Y Dean Karnazes nunca la ha ganado. El tiene la marca de 0 de 6 en Badwater. Estuvo cerca en el 2003, cuando terminó segundo detrás de la campeona reinante Pam Reed, pero estuvo a 30 minutos de ella. De hecho, todavía no ha ganado un título en los 11 años que compite en el circuito de ultramaratones. En esta mañana, sin embargo, está en la cúspide de la victoria, esto si puede de alguna manera alcanzar a un corredor desconocido llamado Ferg Hawke.

Karnazes ha estado toda la noche detrás de Hawke, un canadiense que corre por primera vez en Badwater. Es una situación complicada debido al precario inicio que vio a Hawke empezar la competencia dos horas antes de Karnazes, haciendo difícil conseguir chequeos de tiempos regulares. A la medianoche, la diferencia estaba estimada en 47 minutos, al amanecer, se había reducido a 12 minutos. Ahora, en el kilómetro 193, la diferencia es de solo tres minutos.

Es una carrera que habla bien de Karnazes, excepto por un simple hecho: está colapsando. Ha estado corriendo por 23 horas y 193 Km. Su paso a disminuido a 9'20"/Km. Hace algunas horas su velocidad era de 4'58"/Km. Y después de una disminución de la temperatura antes del amanecer a 36ºC, a subido nuevamente a 38ºC; y el sol inclemente calienta el pavimento y el cuerpo de Karnazes. Se mueve lentamente, y para. Se inclina, y descansa sus manos en sus cuádriceps, que se mueven involuntariamente como ratones en una trampa. "Estoy teniendo un momento obscuro," dice Karnazes de manera imperceptible. No es el primero. Temprano, cuando el lunes se volvió martes, y cuando Karnazes había corrido 14 horas, miró a las personas de su equipo y les dijo, "hay altos y bajos, y este definitivamente no es un alto." luego rió.

Pero en este momento, Karnazes no está riendo. Y está el único hecho de todos esos kilómetros, apilados unos sobre otros como los troncos de leña. La pregunta es ¿cuándo un momento obscuro se vuelve más obscuro y no es simplemente el anterior a uno de más claro? Solamente Karnazes puede decidir, pero el hecho es que no parece estar en forma para decidir mucho de nada en este momento.

Luego, sin palabras, lo hace. Lentamente, se para. Voltea su cuerpo hacia la meta, una meta que está alrededor de cuatro horas lejos, una meta que le puede proveer a él quizás la mayor gloria de su carrera como atleta ... si solamente puede descontar esos tres minutos. Sabiendo de todas esas cosas, Dean Karnazes levanta un pie entumido del pavimento. Y empieza a correr.

Usted pensaría que cubrir los 24 Km con los pies inflamados y una mente desmotivada podría ser suficiente desafío para Dean Karnazes. Pensaría que conseguir el mayor título como el de Badwater, después de 11 años sin uno, sería el estímulo perfecto. Usted pensaría ...

Pare de pensar, porque mientras más quiere Karnazes ganar Badwater –"Me siento egoísta diciendo que quiero ganar porque el 90% de la gente solo quiere llegar," dijo antes de la carrera. "Pero realmente quiero ganar esta carrera"– se da cuenta que tiene ambiciones más grandes. Un día quiere correr 300 millas (483 Km). Sin parar. Así es. 483 Km ... sin parar. Esto es cerca de 11 1/2 maratones. O dos y un cuarto Badwaters. O la distancia entre Boston y Montreal. Eso es, cerca de 80 horas, sin dormir. ¿Cuán difícil es esto? Trate de sentarse en su acolchado sofá todo ese tiempo sin quedarse dormido.

¿Qué le pasa a este tipo? Para alguien que parece tenerlo todo– tiene 42 años, vive en San Francisco, es casado con dos hijos, trabajó semanas de 60 horas en la compañía de comida que fundó– de donde sacó esa idea? "Tenía el hábito de correr hacia el inicio de las competencias," dice. Por ejemplo, una vez corrió 100 millas (160 Km) hacia la maratón de Napa Valley, llegó justo antes de la partida, y la después cubrió la maratón en 03h15.

Hace dos años, después de inscribirse para una competencia, el solo, la carrera de relevos de 199 millas (320 Km) desde Calistoga hacia Santa Cruz, California, una carrera para equipos de 12 personas, tuvo una idea: correr 101 millas y completar las 300 millas. "Hay cerca de 100 millas desde mi casi hacia la partida de los relevos. Eso es lo que me llevó a pensar en las 300. Es realmente un distancia estándar." ¿Estándar? ¡Qué locura!

En su primer intento de 300 millas, el hizo únicamente 26 millas (42 Km), decidiendo parar a la milla 225 (362 Km) cuando se encontró corriendo dormido en el centro de una autopista de dos carriles. "Era demasiado peligroso para seguir," dice Karnazes, sin aparente ironía.

Luego en el anterior octubre, intentó otra vez 300, con el relevo de Calistoga proveyendo el escenario para la segunda vez. En la noche, cuando necesitaba combustible y mientras su equipo dormía, Karnazes se deslizaría en una tienda de comestibles y tomaría una dona o un café. "Conseguí muchas miradas raras," dice. También fue muy despacio durante 20 horas por un trecho de lluvia continua que le causó hipotermia. Pero una vez más, esta vez a la milla 235 (378 Km), paró. O iba a caer de cansancio o iba a caer dormido," Karnazes dijo. "Subi al asiento del conductor y me desparramé." Tomó una siesta de 15 minutos y luego corrió otras 27 millas (43 Km) para un total de 262 millas (422 Km), o alrededor de 10 maratones. Elimine la siesta y el había estado en la carrera cerca de 76 horas.

Más tarde en el día prometía intentar nuevamente las 300 millas.

No está claro si Dean Karnazes quiere alguna marca desconocida. No hay una lista para la "carrera más larga sin parar" en el libro Guinness de los récords mundiales. Otra cosa: es un récord difícil de definir. "¿Quien dice que es sin parar?" reflexiona Don Allison, editor de la revista Ultrarunning. "¿Y para orinar? ¿Cambiarse de zapatos? Es demasiado amorfo para manejarlo." Para sus propósitos, Karnazes define sin parar a no parar para dormir. Aunque, Allison admite, "si lo hace, será una gran hazaña. Está definitivamente empujando los límites de lo que es posible."

Por decirlo menos, Karnazes es posiblemente el último espécimen de las ultracarreras, la materialización de la carne y la sangre de lo que se visualiza si estuviera construyendo a la máquina perfecta para correr largas distancias. Mide 1,75 m, pesa 156 libras y casi con belleza de estatua. El no sufre de las estructuras desgastadas comunes en muchos ultramaratonistas. Sus pantorrillas son redondas y protuberantes, sus hombros anchos y fibrosos, sus abdominales son como para publicidad. Su cuerpo es el producto de más de solamente mega carreras de millas. En el mundo de las ultramaratones, Las jornadas de 70 a 110 millas por semana (112 Km a 177 Km) de Karnazes no son usuales (aunque dos veces al mes dejará a su esposa y a sus hijos en el medio de la noche para su entrenamiento de 75 millas (120 km) para Napa). Él es, sin embargo, un entrenador comprometido en varios deportes, mezcla la natación, bicicleta, y windsurfing dentro de su régimen. Windsurfing, por ejemplo, "es como hacer ejercicios para lumbares. Y mientras los lumbares desarrollados pueden reducir la velocidad," dice, "ayudan con la resistencia."

Jeff Shapiro, M.D., puede saber más sobre la estructura del hombre que cualquiera, incluyendo a Karnazes. Un anastesiólogo que se especializa en la medicina de cuidados críticos. Shapiro también dirige los relevos de Calistoga y conoce a Karnazes desde 1995 cuando autorizó a que Karnazes compita solo. En estos años, los dos han realizado un número de pruebas en un esfuerzo por determinar como mantener operacional el cuerpo y la mente de Karnazes en las incontables millas después de las cuales otros humanos experimentan agotamiento absoluto.

En 1999, por ejemplo, Shapiro y Karnazes condujeron un experimento que requería la rehidratación intravenosa. El concepto es familiar para cualquiera que ha sido revivido con agua y sal inyectados directamente a la vena: porque el fluido salta el tracto gastrointestinal, que es tratado insignificantemente durante el ejercicio debido a la provisión de sangre a los músculos, y la recuperación se realiza más rápidamente. En una tarde de verano, con temperaturas que bordean los 32 grados, Karnazes iba a correr 32 Km sin comida y sin agua. "La idea era forzarle al máximo, y ver como podría recuperarse con un IV," explica Shapiro, que diseñó una funda de IV con bomba manual que podía ser autoadministrada. No tenían idea de cuan exitoso podría ser: en cierto punto de la carrera, Karnazes se perdió. Shapiro le encontró luego, había estado corriendo cerca de seis horas aproximadamente 56 Km sin sustento alguno. "Lucía peor de lo que nunca le había visto," dice Shapiro, quien observaba a Karnazes al final de la competencia de relevos Calistoga (en la que participaba solo).

El ser humano promedio pierde de dos a cuatro libras de fluido durante una hora de ejercicio. Karnazes, su cuerpo, está acostumbrado a estos esfuerzos, está en el extremo inferior de este promedio. Pero eso todavía implica una pérdida de 12 litros de agua y electrolitos en un período de seis horas. Después de recibir un funda de IV de 250 cc (un poco más de media libra) de agua y sal, se sintió tan bien que corrió otros 24 Km. "Fue impresionante," dice Shapiro. "Y era solo agua y sal. Sin calorías. Imagínense si hubiéramos puesto calorías. Podría ser casi ilimitado lo que podríamos hacer."

Pregúntele a Dean Karnazes por lo que le motiva, y el le dará una respuesta elemental y modesta. "No tengo un talento propio," dice. "No soy el tipo más brillante"– aunque sea un graduado con honores de la Universidad Estatal Politécnica de California, con un MBA y fundador de EnergyWell, fabricantes de productos de queso bajos en carbohidratos y carne de soya bajo la etiqueta Sin Carbs, "Realmente, la única cosa que tengo es resistencia, y siento como que la única cosa que puedo ofrecer al mundo es correr grandes distancias." Muchas de las carrera de Karnazes son organizadas para obras de caridad; estima que ha ganado $100.000 en los años pasados.

Pero profundice un poco más, y encontrará que hay más para su motivación.

Karnazes siempre ha sido atlético y competitivo. Corrió campo traviesa por su colegio, ayudando a su equipo a ganar el campeonato de la liga. Pero quizás lo que más se dice de él fue su éxito no estructurado. El hermano menor de Karnaze, Kraig, un consultor financiero del sur de California, recuerda el momento en el que Dean se negaba a que le lleven a un nuevo parque de patinaje en tabla en Carlsbad, a 48 Km de la casa de la familia. Ocho horas más tarde, el teléfono de los Karnazes sonó: era Dean. Había patinado en su tabla hacia el parque, y necesitaba que lo regresen a casa.

Kraig dice que su hermano heredó mucho de su comportamiento de su padre, Nick, un finalista de la maratón de los Ángeles quien a la edad de 68 todavía corre con fuerza 10 Km. Pero otra pieza del perfil sicológico de Karnazes viene de la prematura muerte de la hermana menor, Pary, quien murió en una accidente de auto a sus 18 años. Dean tenía 20, y era muy cercano a su hermana. "Fue devastador," dice. "Y no hubo comunicación entre la familia. Se convirtió en un tema tabú que nos dividió." También enseñó a Karnazes la dura verdad de la fragilidad de la vida. "Tu juego puede estar arriba en cualquier momento. Sentí que necesitaba perseguir lo que sea que mi corazón diga que persiga."

En esa época, Karnazes se alejó de las carreras y puso la mayoría de su energía en la graduación de la universidad, instalándose en San Francisco con su novia de la escuela, Julie Abbott (con quien se casó en 1988). Después de conseguir un MBA, aceptó un empleo en el departamento de mercadeo de ClaxoSmithKline, una compañía farmacéutica global. Su vida parecía estar en perfecto orden. Demasiado perfecta, en verdad. Después de algunos años de cerrar un negocio después de otro, Karnazes dice, "Me sentí como que estaba en el juego solo por el cheque del sueldo. Había una real falta de intensidad en mi vida. Era aburrido. Estaba aburrido."

Todo cambió en la noche de su cumpleaños 30, 22 de agosto de 1992. Karnazes celebró al ser arrojado del Paragon, un club muy popular de San Francisco. Tarde en la noche, ebrio, deprimido y en el medio de lo que ahora describe como una crisis de la edad media, caminó a casa. En la parte trasera de su casa, se despojó de sus pantalones y saco, se calzó sus zapatillas viejas y usando una camiseta de algodón, pantaloneta y medias negras de seda hasta las rodillas, empezó a correr por primera vez después de una década. No paró hasta que llegó a la bahía Half Moon, 30 millas (48 Km) al sur de San Francisco. "Estaba conectado, totalmente enganchado toda la noche," Karnazes dice. "Todos mis sentidos se despertaron. Sabía que algo grande estaba pasando."

Después de que se había recuperado de su épico cumpleaños, Karnazes cayó en una rutina de carreras más sustentable, realizando de cinco a seis millas (8 a 9,6 Km) cuatro días por semana. Fue durante una de estas salidas que se unió a un pelotón de soldados que hacían repeticiones en una de las notorias cuestas de San Francisco. Intrigado, Karnazes consultó que hacían. Su respuesta fue cambiando la trayectoria de su vida: entrenando para los 100 millas (160 Km) de los estados occidentales. Con la esperanza de clasificar para la competencia, incrementó drásticamente su millaje y alteró su dieta para excluir todos los azúcares refinados. En el otoño del 93, clasificó para la carrera de 100 millas al correr las 50 millas del Gibson Ranch en 8h27 después de lo cual renunció al directorio de su compañía Lexus. "Fue un bautizo de fuego," dice Karnazes. "Solo sentí la necesidad de arrojarme a los eventos más intensos que pudiera encontrar." El año siguiente, Karnazes terminó las 100 millas en 21h01'14".

Para aquellos cercanos a él, la transformación de ejecutivo corporativo a ultracorredor maníaco no era una sorpresa. "Su personalidad dicta que va a ser el mejor en lo que haga," dice Julie. "No puedo, no es la frase frecuente." Aunque puede resultar abrumador, Julie dice que disfruta verle emocionarse con eventos absurdos y aprecia el dolor al que se somete para asegurar que el entrenamiento y competencias no impacten negativamente a la familia. "No me deja colgada, aunque eso signifique que debe levantarse a las cuatro de la mañana para correr," dice Julie.

Karnazes tiene dos intentos de 300 millas para recordarlos y aprender de ellos. Por ejemplo, el cree que puede ir desde 225 millas (362 Km) a 262 millas (421,6 Km) en octubre corriendo las primeras 100 millas más lento, 24 horas versus 21 horas. Y para su siguiente intento (todavía no programado), está pensando en buscar un recorrido menos empinado que el de Calistoga. "No quiero correr alrededor de una pista hasta desfallecer," dice Karnazes, "pero tengo que ser realista." Y otra vez, si no corre las 300 millas como parte de una competencia, el "perderá la energía de los otros corredores. Es difícil decir como podría afectarme."

Ahora, los efectos ya nos bonitos. Durante su último intento de 300 millas, en su primera noche, Karnazes empezó a sufrir alucinaciones, al punto de creer que las luces de los vehículos eran los ojos de serpientes. "Fue más mental que cualquiera de las competencias en las que había participado," dice, "porque la distancia era muy desalentadora." Y aún, por si correr 262 millas (421,6 Km) no fuera espantoso, el avanza sabiendo cuan cerca está de su meta. "Más que nada, esa carrera fue buena para mi cabeza. Supe que corrí 262 millas y caminé desde ahí."

No solo caminó desde ahí. Al día siguiente, después de caminar a las 5h00 para llevar a sus hijos a la escuela, Karnazes salió a correr.

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