Qué pasó en realidad en Chicago
Por David E. Thigpen
Traducido por Rubi Torres
Peter Browne pensó que estaba listo. Todo el verano había entrenado en clima caliente para la maratón de Chicago bajo la supervisión de un entrenador especializado, esperando romper la marca de tres horas por primera vez. Browne también tenía una inmensa motivación, la semana de la competencia marcaba el vigésimo aniversario de un accidente en motocicleta en la que se rompió la espalda. Había trabajado de todas las formas posibles para recuperarse de la parálisis.
Temprano en la mañana del 7 de octubre, armado con tabletas para el suministro de electrolitos y una gorra blanca para protegerse del sol, con mucha seguridad se zambulló en el enjambre de 36.000 corredores. Browne, de 42 años y corriendo su quinta maratón, encontró de forma rápida su ritmo. Con diligencia bebió agua y Gatorade en cada estación de ayuda. En la marca de la media maratón, estaba dentro de su plan al pasar en 1h31.
Pero en la milla 20 (32,18 Km), debilitado por el intenso calor, Browne empezó a disminuir su velocidad. En la milla 23 (37 Km), se paralizó por los calambres de la pierna. A menos de una milla (1,6 Km) de la meta se encontraba solo a unos pocos minutos detrás de su ambicioso tiempo de tres horas, empezó a tambalearse por lo que fue agarrado por voluntarios de la competencia que le empujaron a la acera. "Me senté," dice Browne, " y me desmayé". Fue llevado en ambulancia a la sala de emergencia del hospital Mercy, donde pasó la noche bajo tratamiento por deshidratación y agotamiento por calor.
La historia del día de Browne –desde la emoción hasta el desengaño, desde el recorrido de la competencia hasta la sala de emergencia– se repetiría decenas de veces. E inclusive para muchos que no tuvieron problemas médicos, la maratón fue un doloroso ejercicio que terminó en frustración y amarga desilusión. Los organizadores esperaban celebrar el trigésimo aniversario de la carrera, fomentando la candidatura de Chicago para los Juegos Olímpicos 2016. Pero al final del día, nadie tenía ánimo de celebrar.
En la cobertura a nivel nacional del evento, existían solo unas pocos hechos indiscutibles: el 7 de octubre fue el día más caliente de la historia, con temperaturas que alcanzaron los 88ºF (31ºC) esa tarde; menos de cuatro horas después de la partida, con el termómetro sobre los 80ºF (26,7ºC) y alrededor de 30.000 corredores en la calle, los organizadores anunciaron que estaban suspendiendo la carrera; y 185 participantes necesitaron ser llevados a una sala de emergencia; incluyendo a un corredor que murió.
Más allá de estos hechos, casi todo lo que ha sido escrito sobre la maratón ha sido controversial, debatible o al menos extraño. Existieron reclamos sobre la actuación del Director Ejecutivo de la Carrera Carey Pinkowsky. Hay historias contradictorias sobre si las estaciones de hidratación se quedaron sin líquidos, si la competencia fue en realidad cancelada, y si el día fue un rotundo desastre o una calamidad evitable. El evento tuvo un final de "photo finish" sin equipo de photo-finish, una mujer fue golpeada en la cara, y existe al menos una potencial demanda. En una palabra: caos.
Después de una larga investigación, Runner's World ha ensamblado el relato más completo sobre la maratón hasta la fecha. Nuestro reportaje revela nuevos hechos y pinta un cuadro sorpresivamente complejo.Los organizadores de la carrera, así como muchos corredores, subestimaron la severidad del clima y sus efectos, y se encontraron atrapados en el instante de un evento tan inmenso y complicado que suspenderlo rápidamente fue imposible.
Chicago es una de esas ciudades que parecen hechas a la medida para las maratones. Diseñada como un gran cuadrícula, tiene miles de avenidas rectas y anchas que se extienden del un extremo de la ciudad al otro. El recorrido de la competencia es plano y rápido, con una elevación pico de 24 pies (7 m), haciéndolo afortunadamente libre de inclinaciones penosas como la colina rompecorazones de Boston o el puente Verrazano- Narrows de Nueva York. Estas condiciones han hecho de Chicago muy popular entre los corredores de élite (ocho de los 20 tiempos más rápidos terminaron en el Grant Park), corredores intermedios buscando calificar para Boston, y novatos primerizos que quieren un configuración relativamente fácil para lograr la meta de finalizar.
La madre naturaleza con frecuencia castiga a la ciudad con clima muy frío. Los promedios de temperatura de octubre van de 42º a 63ºF (5º a 17ºC) –casi ideal– pero en los días pasados de carrera, se necesitaba guantes y sombreros de lana. La carrera del año 2006 tuvo lluvia fría.
Dirigido por Pinkowsky desde 1990, y dado el indulgente apoyo de la ciudad, la maratón se ha convertido en una de las más grandes del planeta. En 1994, se registraron 10.000 personas. Para el 2000 eran 33.000. El evento del 2007 fijó un récord de 45.000 inscritos, cada uno pagando más de US$110.
El enorme campo tenía el potencial de presentar nuevos desafíos para el control de multitudes aún si el clima hubiera sido menos extremo.
Los organizadores realizaron pasos concretos para prepararse para un días de carrera caliente. Una semana antes del evento, enviaron un correo electrónico con consejos sobre el calor para clubs de corredores y otros participantes. Lo repitieron el sábado, octubre 6, y colocaron avisos en línea advirtiendo que las altas temperaturas demandarían hidratación y precaución extras. El mismo día, las advertencias se reiteraron verbalmente en la exposición.
Una semana antes de la carrera, Pinkowsky se reunió con el Departamento de Bomberos de Chicago para asegurar recursos adicionales, equipos de patrullaje en bicicleta y 22 hidrantes abiertos para refrescar a los corredores. 28 ambulancias estarían disponibles, más que nunca, y más estarían en estado de alerta. Pinkowsky incrementó el número de raciones de bebida de 1,6 millones a 1,8 millones, aumentó hielo y esponjas para enfriamiento, y destinó cinco buses de la ciudad con aire acondicionado para enfriar a los corredores sobrecalentados. Pero ninguna de estas precauciones serían suficientes.
"Estuvo más caliente de lo pronosticado, más caliente de lo que anticipábamos", dijo Pinkwosky en una entrevista 10 días después de la carrera. "En el pasado habíamos tenido situaciones de clima frío." Debido al hábito llevaba chaqueta y guantes durante todo el húmedo día. "Esperábamos una brisa ligera o una nube que cubra el sol."
Pero nada vino. El día fue soleado con nubes altas y las más raras condiciones para Chicago: no había viento. En el sofocante aire matutino –cuando la carrera empezó a las 08h00, la temperatura estaba en 72ºF (22ºC) en la sombra, con 83 % de humedad – a muchos competidores les costaba mantenerse frescos antes de empezar la competencia.
Melody Hopkins de Richmond, Virginia, recuerda estar sudando camino a la largada. Estar en el corral con los otros corredores le calentó más. "Se necesitó 16 minuntos para salir del corral hacia la línea de partida", dijo. "Estaba empapada al momento de arrancar–había demasiados cuerpos calientes juntos." Desde el disparo de salida, la gran multitud –de los 36.280 inscritos oficialmente, cerca de 9.000 eligieron no correr– creó problemas.
El corredor veterano Bill Jensen de Algonquin, Illinois, dijo que nunca había experimentado tan malas condiciones. "Fue horrible", dijo Jensen, quien empezó su carrera con un 20:48 en los primeros 5K. "Normalmente no habría tomado agua sino hasta después de las 10 millas (16 Km). Pero en la primera parada, estaba recogiendo dos bebidas, y como todos los demás, me echaba una en la cabeza". Nunca había visto a tantos corredores rápidos parar para conseguir agua desde la primera estación de ayuda de una maratón. En Chicago, esa parada estaba localizada más o menos a 1,7 millas ( 2,72 Km), seguida de dos más: a 3,2 millas ( 5,12 Km) y 5,9 millas (9,44 Km).
Las cosas fueron peores para los corredores más lentos. "Las primeras tres paradas fueron un completo y total caos", dice la corredora Hopkins, quien cubrió sus primeros 5K en 33 minutos. "Todos se codeaban por conseguir agua, Gatorade o algo. Los voluntarios no se abastecían. Agarrábamos nuestros vasos y esperábamos que alguien ponga el agua."
Donde el agua estaba disponible, los corredores acalorados tomaban múltiples vasos, consumiendo las reservas más rápidamente de los que podían reponerlas. "Hacían lo que podían, pero no podían sacar el agua de los camiones lo suficientemente rápido". dice el corredor canadiense Benny Ralston. No es de sorprenderse, que algunas estaciones se quedaron sin vasos. Se vio a los voluntarios colocando agua en las manos de los corredores.
Algunas mesas se secaron, forzando a los corredores a ir largas distancias entre bebidas. La corredora Kathy Quickery de Chicago recuerda "en la milla tres (4,8 Km) no podía encontrar agua". Apretó, pero no encontró que beber entre las millas cuatro (6,4 Km) y seis (9,6 Km). "Al llegar a la sexta milla estaba desesperada por agua", dice la atleta. Los corredores sedientos empezaron a llenar las tiendas de barrio. Otros sumergían sus cabezas en las piletas usualmente ocupadas por palomas.
Los voluntarios de las estaciones de ayuda reportaron que los corredores que parecían inexpertos pedían los líquidos con más rudeza de lo necesario, mientras otras mesas cercanas tenían poca demanda.
Pinkowsky admite que el patrón de consumo de agua cogió de sorpresa a su equipo: "la gente tuvo sed más rápidamente. Teníamos demanda en las estaciones de agua que nunca habíamos visto. Cuando quisimos restablecerlo ya era imposible."
El sufrimiento y la confusión a lo largo de todo el recorrido eclipsó el drama desplegado en la punta del pelotón. En un fascinante duelo, el keinano Patrick Ivuti y el marroquí Jaouad Gharib intercambiaron la primera posición repetidamente. En el pique final a cinco metros de la meta, Ivuti viró bruscamente al lado de Gharib y se inclinó hacia la cinta para una aparente final de foto. Pero como todas las maratones, la llegada en Chicago no está equipada con la clase de equipamiento de alta tecnología que pueda determinar finales cerradas. El reloj marcaba 2:11:11, pero no estaba claro quien había ganado.
La decisión crucial recayó en Pat Savage, entrenador de pista y campo de la Universidad DePaul y árbitro en jefe de la maratón, quien se encontraba detrás de la línea final segundos antes que toparan la cinta los líderes. "Nunca había visto una final como esa en todos estos años", dice Savage, añadiendo que había presenciado más de 100 maratones. "Pero era claro desde mi posición que ganó Ivuti."
La competencia de las mujeres no fue menos emocionante –o extraña. Adriana Pirtea de Rumania ingresó al último tramo con un aparente insuperable liderazgo. Inclusive empezó a saludar a la multitud. Pero la campeona defensora Berhane Adere de Etiopía remataba rápido. Venía 100 metros por detrás faltando 300 para llegar, Adere superó a toda marcha a dos hombres y picó hacia la meta que pasó en 2:33:49, tres segundos por delante de Pirtea. Savage, que vio la final de muy cerca, anota que Adere nunca rompió la cinta porque los confundidos oficiales la sostenían del lado por el que venía Pirtea.
Mientras que los corredores más rápidos estaban experimentando una carrera caliente pero sin nada en especial, los corredores intermedios que lo hacían con éxito más allá de la milla 10 (16 Km) empezaron a caer presos de las condiciones. Arthur White, nacido en Chicago hace 40 años, llegó a la milla 15 (24 Km) alrededor de las 11h00. "Vi gente tendida en el suelo con sus rodillas sangrantes, mirando como si simplemente habrían colapsado," recuerda. "Muchos eran tipos jóvenes. Vi a un muchacho cubierto completamente de hielo."
Al alcanzar la milla 19 (30,4 Km) alrededor de las 11h30, Hopkins estaba muy acalambrada y empezando a desvanecerse, pero ella recuerda una escena inolvidable. "La gente esta tirada a los lados del camino, en el camino, y en cualquier parte que fijara la vista," dice. Al ver una parada de Gatorade, fue hacia él. Luego colapsó. Un espectador la alcanzó, amortiguó su caída y le ayudó a llegar a una carpa médica. "Podía escuchar a corredores gritando y llorando de dolor," dice Hopkins.
La maratonista por segunda ocasión Robin Johnson de Geneva, Illinois, había entrenado seis meses para la carrera, pero en la milla 10 (16 Km) empezó a sacudirse violentamente y luego se desmayó. Se despertó con dos sueros en sus brazos, un monitor cardíaco en su pecho, una máscara de oxígeno en su cara, y con su presión sanguínea críticamente baja. Johnson fue llevada a una sala de emergencia para restablecer su presión sanguínea.
Probablemente el calvario más extraño lo sufrió Shelley Gallant, maratonista por quinta vez de Flower Mound, Texas, quien estaba corriendo por la milla 11 cuando notó una multitud delante de ella. De repente apareció un hombre joven , agitando sus brazos, gritando incoherencias, y corriendo en sentido contrario.
"Solo sucedió que estaba allí y me golpeó", recuerda Gallant, todavía impactada. "Directo en la cara. Me dio un gancho. Me noqueó tontamente." Después de 20 minutos , retornó a la carrera y llegó hasta la milla 20 (32 Km) antes de decidir caminar hasta la meta. Nunca supo la identidad de su atacante y porqué le pegó.
Después de mirar la final de los atletas de élite, Pinkowsky y el Director Médico George Chiamps regresaron a la central para revisar la información que llegaba. No les gustó lo que veían. Se reunieron con el jefe de bomberos, el director ejecutivo de manejo de emergencias y otros oficiales de la ciudad para hablar sobre la situación. "A las 10:30 vimos un pico en llamadas al 911", dice Larry Langford el vocero de CFD. "Sabíamos que íbamos a necesitar más ambulancias." A las 11:24 se pidieron 10 ambulancias más.
En la siguiente hora, se repitió esto dos veces más llegando a pedir un total de 30 ambulancias. Aunque Pinkowsky dice que se llegó a preocupar durante la primera hora de la maratón cuando las estaciones médicas a lo largo del recorrido se empezaron a llenar rápidamente, el repetitivo pedido por la poca cantidad de ambulancias sugería que los organizadores de la maratón no comprendieron el alcance de la magnitud de lo que estaba sucediendo hasta que la crisis se desató.
A las 11:30, vuelve a llamar Chiamps, habían visto que alrededor de 1.000 corredores habían finalizado –aproximadamente el 75% menos de atletas con tiempos menores a 3:30 que en el 2006. Y los corredores estaban utilizando los buses para los que deciden rendirse más que en años pasados. "Pero en este punto, cerca de la mitad de las camillas en las carpas médicas [en la meta] estaban vacías", dice Chiampas.
Justo después de unas pocas horas de haber empezado la carrera, la temperatura había subido más de 11 grados a 83ºF (28ºC). En las calles sin sombra la sensación de calor era mayor. Numerosos corredores notaron el letrero digital de un banco en el barrio Pilsen que indicaba 92ºF (33,3ºC). El Colegio Americano de Medicina Deportiva (ACSM) había publicado las recomendaciones para prevenir enfermedades relacionadas con el excesivo calor durante competencias como las maratones. Estos estándares usan un medidor de clima llamado globo de bombilla húmeda, con factores como humedad, calor radiante y temperatura ambiente. Las recomendaciones del ACSM urgen a que los eventos competitivos sean cancelados cuando los números de la bombilla húmeda sobrepasaban 82ºF (27,78ºC). De acuerdo a Pinkowsky y Chiampas, Chicago, como muchas otras maratones, no tienen un protocolo específico para cancelaciones debido a clima caliente. De cualquier manera, la temperatura de la bombilla húmeda en el centro de la ciudad de Chicago a las 11:30 era exactamente 82 grados.
A las 11:35, los organizadores de la carrera y los oficiales de la ciudad estaban reunidos para tomar la extraordinaria decisión. Chiampas dice Pinkowsky que le preguntó lo que recomendaba. "Le dije que pensaba que deberíamos cancelar el evento", dice Chiampas. "Y luego todos estuvieron de acuerdo, y Carey hizo la llamada."
Pinkowsky está de acuerdo, "fue unánime la desconexión del cable. No fue una decisión fácil. Fue desgarrador. Pero no teníamos opciones. Nos dimos cuenta que teníamos muchas personas que ni siquiera habían completado la media maratón."
Dentro de los siguientes minutos, los oficiales de la ciudad y de la carrera establecieron un punto de desvío, con una estación con líquidos y personal médico, justo al pasar el punto medio de la competencia. Los miles de corredores que no habían alcanzado la esquina Adams y Halsted serían redirigidos al oriente hacia la meta. Dadas las condiciones del clima, que se estaban poniendo peor, la decisión de sacar a los participantes más lentos y con menos estado físico fuera del recorrido previno más accidentes esa tarde.
Pero si el recorrido fue realmente cerrado y la carrera terminada para los competidores que ya pasaron el punto de desvío no está claro. A las 11:35, cerca de 1.400 participantes habían cruzado la línea final. Eso significa que más de 20.000 personas estaban entre el punto de desvío y la línea final –en un territorio de nadie potencialmente peligroso.
Los oficiales de policía que estaban en el recorrido fueron instruidos para indicar a los corredores que paren. El mensaje también fue perifoneado por carros y helicópteros. Pero muchos corredores no entendían como y porqué la carrera se había parado y seguían moviéndose. En algunos casos, los corredores reaccionaron con beligerancia, gritando insultos a los oficiales. Aunque los policías hicieron barricadas en las calles, docenas de corredores las saltaron o simplemente dieron la vuelta.
Después de que los oficiales del recorrido y de la policía dijeron que la carrera había sido parada, muchos corredores se sintieron traicionados cuando más tarde vieron que los relojes no habían parado del todo. Esto origina preguntas sobre el significado de la proclama de los organizadores de que más de 25.000 corredores finalizaron. De acuerdo a las reglas de la carrera, son finalistas los que cruzan los puntos de chequeo cada 5K. Después de que la carrera fue cancelada a las 11:35 se desactivaron las alfombras de 25K y 30K, así que los finalistas fueron cualquiera que haya pasado los puntos de chequeo menos esos dos. Los oficiales de la maratón insisten que más tarde "anularon" su base de datos, sacando más de 4.000 corredores cuyos parciales indicaban que no cubrieron todo el recorrido. Pero se mantienen en un total oficial de 25.534 finalistas – lo que significa que alrededor de 24.000 personas terminaron la carrera después de que ésta fue cancelada.
Algunos corredores dicen que la confusión quitó a la carrera todo significado. "No hubo mucha celebración. En la línea final, un tipo estaba colgando medallas a cualquiera," dice Kathy Quickery. "Intentaba darle una a mi amigo que no había corrido."
A otros corredores sobrecalentados que les habían dicho que encontrarían buses no encontraron uno solo y caminaron desde el punto de la media hasta el punto final. "En la milla 20, encontré que la carrera se había suspendido," dice Quickery. "Los policías decían que deje de correr, que habría buses en la milla 21. Pero no había – decían vaya a la milla 22. Nadie sabía que pasaba. Terminé en 5:25."
Después que salió de la carpa médica y fue llevada a un bus, Melody Hopkins dice que éste se llenó rápidamente y empezaron a dejar a los pasajeros lejos. A una milla lejos de la meta, el conductor dijo a todos que bajemos porque el camino estaba bloqueado. En su estado débil, Hopkins caminó la última milla hacia la meta.
La cancelación de la carrera no significó el final de la emergencia médica. Durante el día, los corredores enfermos seguían llegando a los 12 hospitales en el condado Cook. En el Centro Médico de la Universidad de Illinois , se trataron a 303 corredores, cinco fueron ingresados, y tres pasaron toda la noche. En el Hospital Memorial del Noroccidente, 53 corredores llegaron a la sala de emergencia.
Un director médico dijo que recibió llamadas de doctores que trabajan en Chicago que estaban en pánico, quejándose de los suministros médicos inadecuados. Matthew Weingold, médico cirujano de Greensboro, Carolina del Norte, que corría su cuarta maratón, dejó el recorrido en la milla 17 (27,2 Km) y se dirigió a una carpa de primeros auxilios con calambres en las piernas. "Todas las
camillas estaban ocupadas y todo estaba agotado – las tabletas de sales, plátanos, todo", dice. "Parecía como que las cosas se salían de control rápidamente."
Todavía hay evidencia de que la competencia del personal médico previno una catátrofe. De acuerdo con Chiampas, los doctores de la principal carpa médica y del recorrido trataron "de seis a 10 casos" de hipertermia –personas que habrían sufrido falla renal, problemas cardíacos, daño cerebral, e inclusive muerte si su temperatura no habría sido bajada rápidamente. Carrie Jaworski, quien es la responsable del equipo médico de la Universidad del Noroccidente y quien ayudó en la carpa principal, recuerda a un competidor que llegó con una temperatura de 107ºF (42ºC). Ella dice que el personal médico inmediatamente lo sumergió en agua helada, controlando cuidadosamente su seguridad y signos vitales hasta que estuvo estable para transportarlo. "No hay duda que salvamos vidas", dice Jaworski. "Y si la carrera no se hubiera suspendido, los sistemas de emergencia de la ciudad habrían colapsado."
Las peores noticias estaban por venir. Chad Schieber, 35 años, un oficial de policía de Midland, Michigan, corrió hasta la milla 18 (29Km) antes de desplomarse y finalmente morir. Las muertes en competencias de larga distancia son raras pero no insólitas. Después de la maratón de Nueva York de 2007, por ejemplo, un corredor de 50 años murió de un paro cardiaco. Y el corredor élite Ryan Shay murió el mismo fin de semana. Schieber fue la primera fatalidad desde el 2003.
Primero se reportó que fue víctima de deshidratación y que se había desplomado cerca de la esquina Ashland y Roosevelt. Los últimos reportes indicaron que había tenido una deficiencia cardiaca y podría haber muerto en camino al hospital porque su ambulancia se perdió. El caso se volvió extraño cuando la Oficina de Chicago para el Manejo de Emergencias (OEMC) negó que alguna llamada al 911 había pedido ayuda para Schieber. Un reportero de TV presentó evidencia de al menos dos de esas llamadas.
Un teniente del departamento de bomberos de Chicago, junto con un médico que estaba corriendo, atendió a Schieber un momento después que se desplomó. No estaba respirando y no tenía pulso, por lo que empezaron a aplicar un CPR. Pocos minutos después, una ambulancia del pueblo suburbano de Niles, respondiendo al pedido de la maratón por asistencia y en camino hacia el punto de encuentro fue detenida por los corredores. Schieber fue levantado, colocado suero, cubierto de hielo y desfibrilado cinco veces.
El conductor encontró después dificultades para encontrar una sala de emergencia. De acuerdo con Jay Judge, un abogado, el chofer, que todavía no había recibido instrucciones o direcciones, no podía encontrar un operador de radio para conseguir direcciones para llegar a la sala de emergencia más cercana, así que detuvieron a otra ambulancia. Judge niega que el equipo se perdió, pero en realidad, el equipo se pasó dos salas de emergencia cercanas antes de llegar al Centro Médico Jesse Brown, que no era parte de la red de emergencias de la ciudad. El transporte demoró cerca de ocho minutos. La OEMC niega que les hayan solicitado instrucciones. En noviembre, Niles obtuvo una orden de corte pidiendo a la ciudad de Chicago preservar sus cintas 911 (que normalmente se guardan de 30 a 90 días) en caso de que una disputa legal se presente.
Las dudas sobre la atención en la muerte de Schieber han dejado a su familia en el limbo. Cuando este artículo ingresó a la prensa, la familia no había presentado acción judicial, pero tenían un abogado. "Estamos esperando los resultados de una autopsia detallada", dice el hermano de Chieber, Ty.
Tres días después de la carrera, los periódicos reportaron que la causa de la muerte fue debido a un defecto de la válvula cardiaca (MVP) que causó anormalidades de bombeo. Luego se desató un debate secundario entre cardiólogos y otros expertos que anotan que esa condición cardiaca, que está presente en aproximadamente 7 millones de estadounidenses es típicamente inofensiva, es altamente improbable que cause muerte por si sola.
Pero en una entrevista con Runner's World, el médico que realizó la autopsia el 8 de octubre no tiene dudas sobre la causa de la muerte. Los médicos aseguran que la muerte de Schieber fue causada por una falla cardiaca debido a una severa forma de MVP que ocasionó que sus pulmones se llenen de líquidos.
De acuerdo al médico, que pidió no ser identificado, "Chad tenía una muy significante forma de MVP. No tuvo una ruptura, pero tenía anormalidades en el llenado de las cavidades cardiacas. El corredor fue en una progresiva falla cardiaca debido a una aguda acumulación de líquidos en los pulmones. Realizamos pruebas químicas para determinar si existían signos de deshidratación, y resultaron normales. No existen preguntas en mi mente sobre que lo mató."
No existieron otras condiciones que contribuyeron, dice el forense, pero la demanda a su corazón al correr una maratón lo llevó al límite. Al momento que este artículo fue a la prensa, dos meses después de la carrera, no se había hecho público el reporte detallado de la autopsia final.
El problema en el recorrido de la carrera se volvió el centro de la atención en Pinkwosky, y en los días siguientes al evento, provocó la búsqueda de culpables sobre lo que pasó. Inmediatamente después de la carrera, Pinkowsky molestó a los corredores y a los medios de comunicación al desviar la responsabilidad del caos y negar que las estaciones de ayuda se quedaran secas. Más tarde insistió que la culpa por el agua y el Gatorade era de los corredores sobrecalentados que se habían echado agua extra en sus cabezas.
Cuando un reportero preguntó si había algo que pudo haber sido hecho mejor, Pinkowsky respondió: "No. Anticipamos el clima. Estoy muy orgulloso de como sucedieron las cosas." Esto disparó una lluvia de protestas de corredores como Kathy Quickery, que envió una de las reacciones más irascibles. "No estoy satisfecha con que el director de la carrera no se haya disculpado y con que no haya existido suficiente agua," dice. "Él tiene la responsabilidad sobre el primero y el último de los corredores de la competencia."
Ese sentimiento fue respaldado por Thomas Hill, presidente y codirector de la Maratón de Oklahoma, quien corrió Chicago el 7 de octubre: "Carey presentó una gran carrera, pero su discurso ante la prensa podría haber tenido más tacto. Cuando se presentó en TV la tarde del domingo, se ganó la antipatía de todos los corredores. No puede culpar a los que estuvieron en la competencia por tratar de enfriarse."
Inmediatamente, muchos corredores se quejaron que simplemente no habían habido suficientes estaciones en el recorrido. Quince estaciones de agua y Gatorade fueron distribuidas pasando cada milla, el mismo arreglo que ha sido usado en años cuando las temperaturas eran de lejos más bajas. "Paradas en cada milla hubieran aliviado el golpe," dice la corredora Melody Hopkins.
Los corredores también se quejaron de los buses enfriadores y de las estaciones de vapor, que habían sido ubicadas más lejos del punto donde la mayoría de los corredores empezaban a vacilar. Tim Christopher de Oak Park, Illinois, recuerda notar los primeros buses "en la milla 23 ó 24. Demasiado tarde."
En comparación, la maratón de Nueva York, parecida a la de Chicago en términos de tamaño, ofrece líquidos en cada milla, empezando desde la milla tres, y tiene un plan de contingencia para operar estaciones de rociado cada milla en clima caliente. Para ser justos, existe alguna preocupación que a más estaciones de ayuda más probabilidad de hiponatremia (potencialmente peligrosa intoxicación por agua). Y las estaciones de rociado, son también controversiales, porque no reducen la temperatura del cuerpo y debido a que pueden ocasionar ampollas a los corredores. Todavía, existe un pequeña duda de que mayores estaciones de ayuda en Chicago habrían sido bien recibidas por los corredores sobrecalentados y de que las estaciones de vapor habrían reducido el número de vasos de agua que los corredores colocaron en sus cabezas.
La manera como los organizadores ubicaron los equipos de enfriamiento cerca del final de la carrera sugiere que subestimaron los efectos del calor y humedad. Pinkowsky insiste que ubicar más estaciones de rociado "hubiera ayudado pero no cambiado los resultados."
En los días y semanas después de la maratón, las preguntas seguían viniendo. Por ejemplo: ¿debió cancelarse la carrera –o al menos iniciado más temprano en horas más frías, como se hace en Miami, Orlando, y Honolulu? Dejando a un lado el aspecto logístico de notificar a 45.000 corredores de que el inicio de la carrera fuera cambiado o cancelado, los oficiales ahora dicen no haber considerado en absoluto cualquiera de las dos posibilidades.
Es claro que el inmenso campo, el inesperado empeoramiento de las condiciones climáticas, y los problema de agua fijaron un movimiento de eventos en cascada de los que los organizadores no pudieron recuperarse rápidamente. Pero la crisis que atrapó a Chicago pudo haber sucedido en casi cualquier gran evento donde el calor y la humedad fueran extraordinarios.
"Esta es una experiencia de aprendizaje," dice Pinkowsky. En los meses posteriores a la carrera, todas las agencias involucradas de la ciudad fueron programadas para reunirse con el equipo de la maratón para proveer recomendaciones para el 2008.
La maratón de Chicago sobrevivirá, al igual que la posición de Pinkowsky. El predice que la reacción de la maratón a la crisis será un buen augurio para la candidatura a las Juegos Olímpicos. "En la medida en la que la ciudad pueda activarse a si misma en un desafío, es una gran ilustración de lo que la ciudad puede hacer," dice.
Si eso es o no verdad, es casi el cambio constructivo que vendrán en los otros eventos. Por un lado, los organizadores de maratones de otras ciudades están viendo con mucho cuidado lo que pasó en Chicago para buscar carreras más seguras. La ciudad de Oklahoma está desarrollando una nueva organización que será un centro de referencia de recomendaciones de seguridad y protocolos de desastres que pueden ser usados en cualquier lugar. "Estamos rehaciendo nuestro plan de catástrofes," dice Steve Karpas, al hablar de la maratón de Houston. "Esta fue la llamada para despertarse para cada maratón."
Cualquier responsabilidad debería recaer en los hombros de los organizadores de la carrera y cada corredor debería examinar la pregunta de su responsabilidad individual. Aunque 8.700 inscritos no aparecieron en la línea de partida el día de la carrera , muchos otros que si aparecieron no estaban preparados. Otros corrieron a pesar de las señales de advertencia y de que sus cuerpos empezaron a fallar. "Decidí no parar y pagar el precio de mi propia decisión," admite Peter Browne. "Mucha gente olvidó que ésta es una prueba de resistencia y la trataron como un día de desfile. Cuando las condiciones son severas, esta actitud puede ser peligrosa. Las condiciones fueron prohibitivas, pero esa no es una falla de la maratón."
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