12 de abril de 2023

MI PRIMER TRIATLÓN DE DISTANCIA MEDIO IRONMAN | GUAYASMAN 2009

El despertador debía sonar a las 03h50 pero diez minutos antes ya estaba comiendo una barra de granola y tomando una botella de gatorade. La noche anterior dejé listas tres fundas con los implementos para cada etapa: wetsuit (traje de neopreno para la natación), gafas, gorra y chip (que lo había retirado el sábado de las oficinas de los organizadores: DM3) para la natación; casco, guantes, camiseta, tarjeta con el número de competidor, medias, zapatos con trabas para el ciclismo (tubo de repuesto, herramientas y bomba ubicados en la bici) y para la etapa de la media maratón: camiseta, pantaloneta y zapatos. Salí a las 05h00 del hotel (el resto de la familia iría después de desayunar porque la competencia empezaría a las siete y esperaba salir del agua alrededor de las ocho de la mañana).

A las 05h30 llegué al Parque del Lago (Represa de Chongón | Guayas); quince minutos más tarde arribaron los organizadores y el resto de competidores y amigos. Alrededor de las 7h15 empezaron a nombrar a los inscritos para que ingresen con sus cosas al sitio asignado para dejar los implementos para el ciclismo y el atletismo y para que se alisten para la partida de la natación.

¿Y el chip de competencia?

Coloqué la bicicleta y empecé a abrir las fundas preparadas: primero la de natación. Me coloqué la parte inferior del wetsuit y busqué el chip dentro de la funda correspondiente ¿y el chip?

Vacié las tres fundas. Salí corriendo a revisar en el auto. Llamé a la Flaca para que revise en la habitación del hotel, pero no, el chip no aparecía. Busqué a los organizadores y les comenté mi tragedia y cuando estaba a punto de convencerles para que me activen un nuevo dispositivo, Margarita (Balseca) se acerca y me pregunta que es lo que está pegado en la parte posterior de mi traje, lo retira y me indica, ¡¡¡era el chip!!! Todo ese correteo de búsqueda lo había hecho con el chip pegado a mi espalda. Le agradecí emocionado y corrí hacia mi puesto a tratar de colocar en orden todo el caos creado por la 'misteriosa' desaparición.

1.9 km de natación

Me acerqué al punto de partida y vi que algunos triatletas estaban dentro del agua calentando. Observé las enormes boyas amarillas que marcaban los vértices de un triángulo equilátero de 300 m de lado y recordé que me contaron que cuando se ingresaba al agua en el Guayasman no se las podía ver. Eran enormes ¿porqué no se las podría ver? ¿Será que las de este año son más grandes? Nadé unos pocos metros y comprobé que las boyas eran perfectamente visibles, especialmente cuando las gafas no se empañan y están bien puestas para que no ingrese agua a los ojos (como me había pasado en los entrenamientos). Escuché otra vez a los organizadores quienes llamaban para empezar la competencia. Salimos del agua para pararnos ante la alfombra de partida.

En sus marcas, listos y al agua. Me coloqué al lado derecho del grupo, pasé las boyas blancas que marcan el inicio de la ruta y seguí rumbo al primer vértice. Nadé relajado y tranquilo hasta cruzar los primeros 350 m —recordaba que la primera vez que me pidió el instructor que demuestre mis habilidades acuáticas logré con las justas cubrir diez metros y que demoré más de seis meses para lograr que las piernas floten sin los pullboys. Miraba hacia adelante cada diez brazadas pero me di cuenta que debía levantar la cabeza con más frecuencia para no desviarme demasiado de la trayectoria. Llegué a la primera boya –aquella en la que un buen amigo (gran nadador que cubría cuatro piscinas seguidas mientras yo con las justas completaba una y debía descansar un minuto para empezar la siguiente) me contó que al llegar la agarró y no la soltó más porque sintió pánico de ahogarse. Me sentía con gran confianza, los dos entrenamientos previos en aguas abiertas (uno en el mar y otro en el mismo lago) eliminaron el pánico escénico, así que viré a la izquierda rumbo al segundo vértice del triángulo.

A medida que avanzaba sentía que la adrenalina invadía cada célula de mi cuerpo, estaba pasando con solvencia la prueba más temida, nadando con seguridad y con poco gasto de energía en un lago que tiene 40 m de profundidad. Solamente tenía que preocuparme por marcar bien la dirección y seguir nadando. Con ese ritmo y comodidad completé la primera vuelta, los primeros novecientos cincuenta metros.

Me faltaba solo una vuelta más, así que decidí disfrutarla completamente, estirándome todo lo posible hacia adelante y tratando de realizar cada brazada como indican los manuales (que de las piernas se encargó el traje de neopreno). Realicé el conteo acumulativo (algunos atletas reconocidos de largas distancias recomiendan no contar lo que nos falta sino lo que ya hemos cubierto) al paso de cada boya: 1 250, 1 550, 1 850 y los últimos 50 para salir del circuito hacia tierra firme. Este lapso final fue espectacular, me sentía en las alturas, enorme y con una paz indescriptible. Derroté a un monstruo de toda mi vida. Vencí a mi temor a las aguas abiertas y cumplí la primera manga del triatlón. Mi éxtasis fue interrumpido por los gritos de Ximena y mis cuatro hijos que me alentaban a continuar con mi sueño. Cincuenta y dos minutos marcó mi cronómetro al salir del agua, 5 minutos más rápido que mi estimación inicial.

90 km de ciclismo

Al recorrer descalzo sobre el camino antes de empezar la natación sentía cada piedrita y huequito del lastrado, pero al correr después de salir del lago parecía que era un camino alfombrado. Llegué a la zona de transición y procedí a sacarme el traje, ponerme el casco, los guantes, la camiseta, el cinturón con el número de competidor, los zapatos con trabas y a correr con la bicicleta a un lado para pasar por la alfombra que marcaba el inicio de la segunda manga del triatlón.

La ruta consistía de dos vueltas de 44 km (en la vía a la Costa, rumbo a Salinas) más los 2 km de ingreso y salida del parque. Era la misma ruta que hicimos en nuestro entrenamiento en Chongón meses atrás. Un trayecto con muchas subidas y bajadas. Decidí pedalear con fuerza pero con prudencia (después de estos 90 km me esperaban los 21,1 km de atletismo), las cuestas las aplané con los piñones más grandes y para las bajadas usaba el más pequeño para ponerle la máxima velocidad posible que me permitían las piernas. Es en esta etapa que nos recomiendan comer e hidratarnos, así que cada 30 minutos procuré usar los gels, tomar gatorade y el agua de los abastecimientos. Para mi próximo reto implementaría algunos cambios en el aprovisionamiento en la bici, tratando de aplicar lo que vi en los triatletas de élite: doble y hasta triple porta botellas, geles pegados con masking en la bici y el aparentemente muy útil ironbar. Se me acabó la única botella que portaba y cuando usaba los geles no tenía ni una gota de agua para digerirlos. Las zonas oficiales de abastecimiento estaban cada 7 km, por lo que debía pedalear alrededor de 15 minutos para conseguir más hidratación.  En el primer intento busqué atrapar la funda de agua sin disminuir la velocidad, pero mis destrezas todavía no están a ese nivel. No logré sostenerla y debí pedalear otro cuarto de hora para, ahí si, parar y tomar la funda con el líquido vital. La lección fue aprendida, no me salté un solo puesto más de abastecimiento.

En el circuito nos cruzábamos con todos los competidores y por supuesto con tod@s l@s ruter@s. Nos saludábamos, nos hacíamos señas, nos gritábamos, pero mi amigo Christian (Loaiza) no aparecía, nos habíamos visto una sola vez y era muy extraño que no nos hayamos cruzado nuevamente. Al estar en la ruta de retorno de la segunda vuelta le encontré cambiando la llanta. Habíamos previsto todo y sabíamos que si pinchábamos sufriríamos un gran retraso, pero Christian tuvo cuatro incidentes con su llanta posterior. Su retraso superaba la hora, por lo que debió resignarse y abandonar su primer intento hacia el triatlón de 113 km. El caso de Christian es sorprendente, si yo temía a la natación, el me había contado que sentía pavor. Sin embargo, en estos últimos meses logró mejorar su natación y superó el miedo escénico en nuestro entrenamiento en Chongón. Nadie puede dudar de su gran fortaleza en el atletismo y enorme potencia en la bicicleta. No completó la prueba por falta de entrenamiento ni de capacidad. No la culminó porque le pasó lo que todos rogábamos que no nos suceda. Si éramos novatos en el triatlón, nos declarábamos (al menos yo me declaraba) absolutamente inútil para cambiar una llanta. En una de las rutinas de preparación en mi casa, les dije que me tomen el tiempo para realizar el cambio de un tubo por otro nuevo (no tenía intención alguna de meterme a sofisticadas actividades de lijado y parchado) y demoré 40 minutos. Las miradas de compasión de mi familia lo decían todo: "ojalá no se te pinche una llanta en la competencia", dijeron en coro. ¡¡Fuerza Christian!! Parece que tu camino hacia el IM226 no necesitó del Guayasman 2009.

Completé mi segunda vuelta e ingresé al parque para pasar otra vez por la alfombra y dirigirme a la zona de transición. Había cubierto los 90 km a un promedio de velocidad de 28 km/h, pero sabía que el circuito fue más fuerte de lo previsto. Al empezar hace 26 semanas la aventura en la bicicleta con mucho esfuerzo conseguía superar los 26 Km/h en una distancia de 30 km, así que me di por satisfecho de haber terminado la segunda manga y de no haber sufrido percance alguno en todo el trayecto.

21.1 km a pie

Dejé la bicicleta recostada y me cambié lo más rápido que pude para empezar la media maratón. Sentía que ya todo estaba hecho, las dos etapas que más me preocupaban habían terminado con éxito y ahora me quedaban 21 km para disfrutar y meditar todo lo recorrido para estar ahí, en ese momento y en ese lugar, después de haber cubierto 92 km de los 113 km de la distancia medio ironman.

Ya lo había previsto en el transcurso del recorrido de bicicleta. Si llegaba con éxito a este punto de la competencia no me preocuparía ni de las pulsaciones ni de los ritmos, es más, no me coloqué ni la banda ni el Garmin. Realizaría el trote más placentero que permita el clima y el cuerpo y buscaría asimilar cada minuto antes de cruzar la meta.

No miraba el reloj, simplemente quería seguir contando de manera acumulativa cada kilómetro avanzado. El circuito consistía de tres vueltas de 7 Km. Al completar la primera vuelta vi a mi entrenador Raúl (Ricaurte) por segunda vez (la primera vez me alentaba justo al arrancar la etapa de ciclismo) quien me motivaba a darle con más velocidad, pero le dije que no se preocupe porque no me importaba el tiempo, que solamente quería disfrutar de ese momento. ¡Adelante, de eso se trata esto! me respondió. Cuando terminé la primera vuelta estaba mi familia y mis amigos gritándome y alentándome. Les sonreí y grité... ¡Van 99 km!

Seguí hacia la segunda vuelta. La temperatura aumentaba y sentía que mi cuerpo ardía. En cada puesto de abasto pedía dos fundas que me las vaciaba completamente desde la cabeza. Me recuperaba del calor y contemplaba ese imponente lago de Chongón que lo había nadado algunas horas atrás. Saludaba con mis amigos que estaban en la misma aventura y pensaba que esto estaba muy cerca de su fin. Terminé la segunda vuelta y grité a todo pulmón... ¡Van 106 km!

Y empecé la última vuelta, apenas 7 km me separaban de clasificar a las finales de mi personal campeonato mundial deportivo. Estaba a punto de ganar mi partida de semifinales y de cumplir con un importante paso antes del gran objetivo. Me sentía con fuerzas, así que faltando cuatro kilómetros subí la velocidad para buscar alcanzar a alguno de los tantos compañeros de armas que me habían pasado como a poste. Faltando 1 500 m se acerca mi compañera, amiga y esposa, quien estaba preocupada por mi ritmo de carrera por lo que decidió acompañarme en esta última parte. Le dije que iba a subir la velocidad y que me espere en la meta. Mi tiempo en la media maratón fue el más lento de todos mis registros anteriores, 2h25 (mi mejor marca en 21,1 km es de 1h45 y el año pasado en Alemania corrí muy cómodo en 1h49), pero sin duda alguna la que más he disfrutado. Pedro me esperaba con ansias, le había pedido que me aguarde en la entrada, porque quería que me acompañe a ingresar a la meta. Y así lo hizo, me tomó de la mano y juntos pasamos la meta de 113 km. Sofía filmaba, Salomé tomaba fotos y la Flaca me abrazaba.

¡¡¡Lo logramos, porque este fue un sueño en la que toda la familia estuvo involucrada!!!

Este relato fue escrito en varias etapas. Debí interrumpirlo en algunas ocasiones porque rompía en llanto al pensar que lo había logrado. No lo podía creer, pasaron las horas y la emoción creció. Recuerdo la admiración que sentía por aquellos que contaban su hazaña de haber terminado el Guayasman y desde ese domingo me uní a ese grupo de personas que consideramos que no hay imposibles, solo metas por las que debemos trabajar con disciplina y consistencia. Me tomé una semana de descanso deportivo y desde la siguiente empecé a planificar mi participación en la gran final ... el IRONMAN de 226 km.

Fotos: Salomé Torres (excepto las dos marcadas con la leyenda de Guayasman)

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