13 de octubre de 2012

5 km de aguas abiertas en Cuicocha | Ecuador [Triatlón]




Ximena había hecho todo lo posible para evitar que regresemos a Cuicocha.  A pesar de ya haber nadado por tres ocasiones en este hermoso lago y de haber cubierto con solvencia los 1,9 km en el mar de Playas, considera que la temperatura del agua de esa enorme piscina natural es  insoportable. Demasiado fría. Según este sitio, se encuentra a 3 100 msnm y a 9 ºC.

En la semana [-08] estaba previsto que la sesión del sábado sea en aguas abiertas, pero se nos cruzaron eventos particulares que la flaca los presentaba como argumentos irrefutables para no realizar este entrenamiento. Solo bastaba mencionar la palabra Cuicocha para que el humor de la triatleta de la casa cambie a un estado de tensión y molestia. Esteban (García), Marco (Dominguez) y Giovanny (Obando) estaban preparados para dar la vuelta completa de alrededor de 5 km, por primera vez en su vida, pero el viernes les llamé a comunicar que postergábamos el reto para este feriado.

Ximena se mostraba contrariada. Presentaba otras atractivas alternativas, pero había olvidado que teníamos las entradas para el partido de Ecuador vs. Chile, y que no podíamos ir, por ejemplo, a su querida provincia de Manabí. Después del entrenamiento de ayer por la mañana, Marco nos dijo que ese mismo día viajaba a Atuntaqui y nos preguntó la hora de encuentro en Cuicocha. A las seis de la mañana, le dije.


El despertador sonó a las tres de la mañana y a las cuatro en punto estábamos ya en camino hacia la provincia de los lagos. Minutos antes, había cometido el gravísimo error de decir, "ya se lo que deberíamos hacer para la próxima vez que vayamos a Cuicocha" —iba a sugerir que viajemos la noche anterior y nos alojemos en alguno de los buenos hoteles de Cotacachi. La respuesta fue inmediata … "nunca más regresaré a Cuicocha."

Recuerdo la hora a la que ingresamos al agua, 6h24. Marco me consultó ese dato y el tiempo estimado para estos 5 km … 1h45, le respondí. Ni Ximena ni Marco habían nadado más de 2,5k seguidos, pero estaba seguro que tenían la destreza y capacidad para estos 5k. No me cabía la más mínima duda.

Nos tomó pocos minutos la adaptación al frío. Nos organizamos para que la flaca vaya en el centro, Marco a la derecha y yo a la izquierda. El clima era ideal, despejado y con muy poco viento —lo usual cuando se arranca a esa hora.

Cubrimos el primer kilómetro con un ritmo constante y relajado. Las imágenes que iba capturando mi cerebro eran espectaculares. El cielo azul se reflejaba en el agua, donde mis dos compañeros de aventura avanzaban sin problema. Ansiaba tener en mis manos una cámara para fotos submarinas para eternizar esos cuadros que cualquier triatleta apreciaría tenerlos como afiches de inspiración.

De repente, Ximena se frenó. Se sentía incómoda con sus gafas, y quería que le ayude a mantenerse a flote para arreglarlas. Demoramos un par de minutos y emprendimos otra vez hacia el hermoso canal que queda entre el islote más grande, el Teodoro Wolf, y el borde de la laguna. Nadaríamos unos 200 metros y se detuvo una vez más. Sus gafas no hacían suficiente succión, pero después de otro par de minutos logró ubicarlas mejor.

Entramos otra vez en ritmo. Miraba a la derecha y los dos triatletas avanzaban de forma sólida. Miraba a la izquierda y disfrutaba del hermoso paisaje del bosque que rodea al lago. Es en este punto que siempre siento una conexión espiritual indescriptible. Me encanta ese sonido particular de la respiración y del cuerpo avanzando. Estaba en ese estado de éxtasis cuando la flaca se frenó a raya.  

"¡Estoy desesperada! ¡Ya no puedo más! ¿Cuánto falta?" gritó. Llevábamos alrededor de una hora y debíamos recorrer más de dos kilómetros más para llegar al muelle. "Estamos en el punto de no retorno," comentó Marco. Era un bloqueo sicológico, porque le sobraba energía. Revisó la situación y comprendió que la única posibilidad que teníamos era seguir. Tan claro tuvo la película que imprimió un ritmo fortísimo, que obligó a sus escoltas a abandonar el "paseo" y entrar en modo de persecución.

Estaba algo preocupado porque cuando se termina de bordear el segundo islote, el José María Yerobi, se presentan vientos encontrados que producen oleaje.  Mientras más ventoso, más agitadas son las aguas. Llegamos a este punto y el viento era mínimo. Marco se detuvo y le gritó a Ximena ¡Mira! ¡Ahí esta el muelle! Tal fue su emoción que salieron disparados en feroz carrera.

Después de 1h54, arribamos a la meta. Ximena y Marco habían cubierto sus primeros 5 km en aguas abiertas y estaban listos para correr sin problema una hora más. 

Mientras comentábamos las experiencias de esta aventura, veíamos que las partes del cuerpo no cubiertas por el traje de neopreno estaban algo moradas. Vi que el lóbulo de la oreja derecha de Ximena tenía ese particular color debido al frío.

Mientras reviso esta nota escucho a lo lejos "nunca más regresaré a Cuicocha porque no quiero perder mi oreja por congelación." Me río y le pido que me sugiera un título para este relato y me da dos: "Debut y despedida" y "Una vez y nunca más". 






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