13 de febrero de 2011

Sobre delincuencia y ciudadanos respetables (12)

Artículo original:  Nothing Burns in Hell: On Delinquents and Respectable Citizens (significantfailure.blogspot.com)


12.
Contrario a lo que comentaristas conservadores reprochadores les gusta sugerir, los delincuentes con frecuencia trabajan para vivir.  Esto puede involucrar participación en el mundo legal de trabajos de última o envolverse en profesiones menos lícitas como la de asaltante, ladrón de carros, criminal de la calle, contrabandista, estafador lejos de los ojos predicadores de los oficiales de la seguridad social, o la venta de cosas robadas y las drogas ilegales. Todo eso es trabajo. Son actividades que están más allá del intercambio de mercadería, en los imperativos imperiales de una economía separada que está fuera de nuestro control. Todo está alienado. Sin embargo la crítica práctica de los delincuentes sobre el trabajo está limitada. Puede que estén temerosos de la vileza del trabajo monótono, humillante y pobremente pagado en las industrias de servicio a los que periódicamente son forzados a regresar por las circunstancias. Pero su respuesta cuando realizan ese trabajo rara ocasión va más allá de gestos de desafío y de azotar las puertas cuando los dejan. Tienen poca concepción de la acción con los demás para sabotear las operaciones que tanto desprecian o poner fin a la institución social del nauseabundo trabajo. Su crítica del trabajo criminal es todavía más limitada. En algunos casos, el hecho de esta particular forma de sucumbir a la lógica y al mundo impuesto por la economía capitalista puede no envolver un jefe o una jerarquía formal que es mal entendida como una señal de libertad y autonomía. Esto es como aquellos ciudadanos respetables que se consideran libres porque hacen lo que se espera de ellos antes que nadie les grite. Pero mucho más importante que cualquier ilusión de relativa libertad, es saber que los delincuentes son tímidos y perdedores. Por toda su fanfarronería, no pueden prever un ataque exitoso en la sociedad actual y están persuadidos de que no podrán cambiar la sociedad. Han sido programados para que se ajusten a lo que existe. Han sido limitados para desear las mercaderías y las ilusiones del placer consumible que el avanzado capitalismo ofrece a cambio del abandono de la creación y el control del mundo. Fracasaron al reconocer que los sabores y placeres que buscan son impuestos de forma externa. En lugar de perseguir en teoría y en la práctica un asalto a la sociedad que les ha excluido, escogieron una falsa imagen de revuelta desde su espectáculo de seudo-oposición.

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