Artículo original: 2 homeless women back on their feet for Seattle Marathon (Kyung M. Song/The Seattle Times)
De los miles de corredores que terminaron la media maratón de Seattle el domingo, solamente dos eran mujeres que no tenían hogar, "compinches de recuperación" que corren por su salvación.
Elizabeth Bray y Kimberly Swartz corrieron en parte para alejarse de un pasado marcado por el alcoholismo, violencia, depresión y más de algunos arrepentimientos. Las dos mujeres, que durante el año pasado vivieron en el Seattle's Union Gospel Mission, corrieron para sumar millas como parte de pago para un futuro diferente.
"Debía escoger entre la vida y la muerte", dijo Bray, 57 años, que últimamente logró enfrentar su alcoholismo de décadas. "Quería que el resto de mi vida tenga algún significado".
Así que ayer, Bray y Scwartz cruzaron la meta en los brazos de una extraña que fue la primera en inspirarles que se aten los cordones de sus zapatillas para correr.
Una abogada de Seattle, Rachel Reynolds estaba de luto por la prematura muerte de su padre el año pasado. Leyó sobre un programa de Filadelfia llamado "Back on My Feet" [Recuperándome], un grupo sin fines de lucro que conseguía que hombres y mujeres sin hogar corran como un medio para sacarles adelante.
Reynolds quería reproducir la idea en Seattle y llamó a la único refugio de homeless que conocía. Inicialmente, siete adultos de las mujeres del Union Gospel Mission y refugio de niños en el Chinatown International District acudieron al llamado del Reynolds, incluyendo Bray y Swartz.
"Tenía realmente la necesidad de correr", explica Swartz, 36 años.
El grupo que se formó en la primavera se redujo a cuatro corredores comprometidos y luego solamente a Bray y Swartz para la media maratón. Las dos mujeres siguieron el plan de entrenamiento para la media maratón, a veces corriendo con voluntarios amigos de Reynolds. La misma Reynolds es una triatleta pero no había estado corriendo mucho debido a una lesión.
"Eramos las dos más malas", se quiebra Bray, quien sin embargo perdió 20 libras a lo largo del entrenamiento.
Bray terminó en el refugio después de ser echada de su departamento en Queen Anne; su estado alcohólico le llevó a desatender la renta del lugar. La alguna vez actriz de teatro que había interpretado papeles de Anton Chekhov y Eugene O'Neill, se había engañado a sí misma – y a otros, pensó – al creer que podía manejar su problema de bebida.
Bray, una mujer con buena expresión que se da pausas para pensar antes de hablar, se había convertido en la mentora y amiga de Swartz y su hija de 4 años, Alex.
Swartz se mudó al refugio con Alex el último noviembre después de terminar su período de nueve meses en prisión por violencia doméstica. Una flacucha rubia con movimientos nerviosos de una fumadora con ansias de un cigarrillo (está intentando dejarlo), Swartz está trabajando para obtener el diploma equivalente a la secundaria.
Swartz dice que disfruta correr porque eso el saca de su apretada habitación privada del refugio, donde duerme en una litera al lado de Alex. Empujando el carrito en el que lleva a Alex pasa a los residentes y compradores del Chinatown International District, aclara su mente y alivia su depresión.
"Lo importante de correr es que no hay límites", dice Reynolds. "Cualquiera puede hacerlo".
Correr le ha dado a Bray un sentido de logro. Inclusive a reavivado su sueño de volver a la actuación.
"No importa lo que nos ponga por delante, vamos a aprovecharlo", dice Bray. "Nos hace la vida más vivible".
Así que el domingo, Bray y Swartz cruzaron la meta, acompañadas de Reynolds y otros dos partidarios. La cara de Bray estaba roja y se inclinó por el cansancio. Sabía que los otros habían sacrificado sus tiempos más rápidos por estar a su lado.
"No la habría hecho sin la ayuda de estos chicos" dijo Bray.
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