Este artículo es el tema de portada de la prestigiosa revista de ciencia y tecnología WIRED de este mes. Al ser un tema tan relevante he realizado la traducción libre para que esta importante información esté disponible para los lectores del blog. No quiero esperar a terminar toda la traducción (es un artículo algo extenso) para publicarla, por lo que he decidido presentarla por partes a medida que vaya realizando el trabajo. A continuación la primera parte:
Artículo original: Why Early Detection Is the Best Way to Beat Cancer (Thomas Goetz/WIRED)
Ilustración: Mauricio Alejo & Burkhard Schittny/WIRED
Si descubrimos el cáncer a tiempo, sobreviven el 90%. Si lo descubrimos tarde, sobreviven el 10%.
Cuando la primera célula en uno de los ovarios de Brenda Rosenthal se mutó en cancerosa, no tuvo síntomas. Los dolores o los bultos que delatan al cáncer estaban a meses, sino a años, de presentarse. Pero había señales, chispas arrojadas por el tumor que habían empezado a arder en su vientre. Mientras más células eran reclutadas de su actividad original codificada en su ADN y asignada una nueva, una misión maligna, producían proteínas que escapaban al torrente sanguíneo de Rosenthal. Si se hubiera realizado el esfuerzo de ver esas moléculas, si hubiera una estrategia para detectarlas, la mujer de 69 años no habría enfrentado actualmente tan bajas probabilidades.
Ciertamente, habían banderas rojas estadísticas, si solo Rosenthal habría sabido como encontrarlas. Veinte años antes, había sobrevivido a un ataque de cáncer de seno, que incrementó su riesgo para el cáncer de ovario en el futuro. El riesgo fue exacerbado por una mutación en su gen BRCA2 que ha sido asociado con las más altas tasas de tipos de cáncer de seno y de ovario.
Yendo puramente por los números, Rosenthal, una nativa de New York que vive ahora en Delray Beach, Florida, era una candidata directa para una cáncer de ovario. Pero aún después que en 1995 fue descubierto el enlace entre el gen BRCA2 y el cáncer de seno y ovario, Rosenthal no pensó en realizarse una prueba. "Ni siquiera estaba registrado", dice. "Fui por la vida, y no pensé en el cáncer". No fue sino hasta el 2005, cuando notó por primera vez un síntoma físico –"este gran bulto en el área de mi estómago" – que Rosenthal aprendió que otra vez era una paciente de cáncer.
El cáncer de ovario, como la mayoría de los tipos de cáncer, se mide en cuatro estados. El estado I, cuando la enfermedad está contenida en los ovarios. En el estado II puede estar presente en las trompas de falopio o en cualquier parte de la pelvis. Durante el estado III, el cáncer ha migrado al abdomen o nodos linfáticos. Y en el estado IV, el tumor maligno se ha dispersado o ha llegado a la fase de metástasis dentro de los órganos más grandes como el hígado y el útero. (Los primeros tres estados están además subdivididos en los niveles A, B y C). Para los tumores de ovario descubiertos en los estados I o II, la tase de supervivencia 10 años después del diagnóstico es de modo tranquilizador alta – casi el 90 por ciento – debido a que el tratamiento es directo: cirugía, quizás seguida de dosis bajas de radiación. Pero la tasa de supervivencia baja precipitadamente cuando el diagnóstico cambia a los estados III o IV, cuando el cáncer se ha establecido y dispersado. Aquí, la tasa cae al 20 por ciento y luego al 10 por ciento. Desafortunadamente, más de los dos tercios de los tipos de cáncer de ovario no son descubiertos sino hasta los últimos estados. Esa fue la realidad en el caso de Rosenthal: cuando notó su protuberancia, la enfermedad se había esparcido y progresado al estado III.
Cuatro años más tarde, después de dos rondas de quimioterapia, el cáncer de Rosenthal está en remisión. Pero ella se mantiene vigilante. Cada tres meses, se hace un examen de sangre para detectar los niveles de CA125, un indicador de proteína utilizado para controlar el cáncer de ovario. Se registra para pruebas clínicas de drogas con la esperanza de calificar como sujeto. Pero siempre se culpará, aunque sea un poco, por perder la manera de descubrir la enfermedad con más anticipación. "Podría vivir 10 o 15 años más, pero todavía no tengo la calidad de vida que tendría si hubiera encontrado al cáncer antes", dice. "No quiero que nadie más esté en mi posición".
La tasa de supervivencia para muchos tipos de cáncer es similar a la curva tipo acantilado que define a los tumores malignos de ovario. Descubra la enfermedad temprano, gracias a una mancha de desvío en una prueba de rayos X o a un síntoma prematuro, y las posibilidades de supervivencia se acercan al 90 por ciento. El tratamiento – cirugía – es típicamente de bajo riesgo. Pero descúbralo tarde, después que el tumor entre a la fase de metástasis, y el tratamiento requiere infusiones de químicos tóxicos y ráfagas brutales de radiación. Y aquí el pronóstico es tan miserable como la experiencia.
Esta realidad podría parecer que hace un caso plano para las investigaciones de cambio y los recursos hacia los pacientes con un 90 por ciento, en lugar del 10 o 20 por ciento, de probabilidad de supervivencia. Pero éstos son de largo pacientes hipotéticos. El cáncer puede estar presente, pero como no ha sido detectado, para casos prácticos no existe. Gente con cáncer desarrollado, sin embargo, es muy real. Son nuestros padres y nuestras madres, nuestros hijos y amigos. Están al frente de nosotros. Son los 566 000 estadounidenses que morirán de cáncer en este año.
EEUU gasta miles de millones de dólares para salvar a estos pacientes en estados terminales, tratando de encontrar mejores drogas y quimioterapias que podrían matar al cáncer. Este enfoque ha dominado las investigaciones desde que Richard Nixon declaró la guerra a la enfermedad en 1971. Pero ha dado escasos resultados: la tasa de mortalidad general de cáncer en los EEUU ha caído un pobre 8 por ciento desde 1975. (Las enfermedades del corazón, en comparación, disminuyeron 60 por ciento en ese período). Estamos tan ocupados por el desafío de salvar a los 566 000 que no miramos las estadísticas por demás asombrosas del otro lado de la curva de supervivencia: más de un tercio de todos los estadounidenses – alrededor de 120 millones de personas – serán diagnosticados con cáncer algún momento de su vida. Sus enfermedades pueden ser invisibles ahora, pero están allí. Y eso presenta una gran, y largamente no examinada, oportunidad: descubra y trate sus tipos de cáncer temprano y la cifra de 566 000 se encogerá.
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