Don Listwin, fundador de la Canary Foundation
Foto: Alex Farnum, Retoque: Burkhard Schittny
A pesar de la atmósfera de euforia que cultiva Listwin, la mayoría de los subsidios de Canary son en realidad modestos. Con un promedio entre $100 000 y $200 000, son proyectos marginales para la mayoría de los investigadores, cubriendo sus costos pero difícilmente financiando un laboratorio completo de investigación. Las festividades y el equipo de construcción, sin embargo, comprometen a los científicos en la inmensa misión de la detección temprana. En su momento, los miembros del equipo empiezan a asignar a sus científicos junior el trabajo de la detección temprana e involucran a recursos externo y a colegas en el problema. De esta manera, la estrategia de Canary es la de "crear apalancamiento", dice Listwin, dando a la fundación acceso a cerebros más poderosos y a músculos institucionales mayores que ella.
El enfoque de Canary viene cuando la NCI está en el medio de lo que el director Niederhuber llama "un gran pívot" lejos de un enfoque de guerra decidido y en camino hacia un portafolio de estrategias que incluye la prevención y la detección temprana. Pero después de 40 años en la guerra del cáncer, dice, cambiar el rumbo de la NCI es similar a dar la vuelta al proverbial portaviones. Eso deja a las "actividades de alto riesgo bien informadas" a grupos más ágiles como Canary. "Los nuevos enfoques de proyección son cada vez más importantes. Pienso que eventualmente usted irá a una parada de 'pits' de una manera básica regular", dice Niederhuber. "Y con un poquito de sangre, sabremos que es normal y que es anormal".
El cuerpo humano típico contiene algo así como menos de dos galones de sangre. El torrente sanguíneo es básicamente un sistema de transporte, una combinación de plasma –el fluido en sí– y un número de pasajeros, en su mayoría células rojas y blancas, que distribuyen el oxígeno y que pelean contra las infecciones. La sangre también contiene miles de proteínas que sirven para un rango de propósitos biológicos, desde la distribución de energía y nutrición hasta la reparación de heridas e inflamaciones. La ciencia de proteomics está intentando correlacionar a cada una de estas proteínas con su función metabólica específica.
Cuando el primer equipo Canary se juntó en el 2007, la proteomics prometía ser una poderosa herramienta para la detección temprana. Todos los equipos necesitaban hacer bioindicadores bombas dentro del proceso de prueba, identificar un puñado que enlace los tipos de cáncer en estado temprano, corroborar los resultados con el escaneo CT o MRI y después desarrollar la prueba de detección temprana. "Parecía muy simple", dice Patrick Brown, un biólogo molecular de Stanford y miembro del equipo de cáncer de ovario de Canary. "Consiga un molécula, realice la prueba y listo. Era cuestión de salir y encontrarlas".
Brown ya no piensa igual. "Es ir desde algo que parece realmente simple y realmente aburrido científicamente", dice, "a algo que no es tan simple, y por lo tanto, científicamente absorbente". El funciona en Canary como algo así como un verificador de bichos, probando los defectos lógicos, las asunciones falsas y los pensamientos deseables. Las complicaciones que se presentan en los biomarcadores de proteínas de la sangre, dice, son acertijos que deben ser resueltos antes que el camino se aclare. Y destacan dos acertijos.
El primero va así: en la década pasada, la proteomics fue un gran descubrimiento –el momento eureka cuando una proteína se identifica y se le asocia fuertemente con un cáncer. Este campo de la ciencia identificó miles de proteínas en el tejido canceroso humano, y cientos de papeles proclamaron fuertes correlaciones entre un particular nuevo indicador y un cierto tipo de cáncer. Pero ha habido escasez de validación –el proceso más laborioso de confirmación de resultados y establecimiento de cual proteína en realidad trabaja como un bioindicador para un cáncer particular y no el resultado de una condición no relacionada como una inflamación o ansiedad.
El problema empieza con la misma estructura de las investigaciones proteómicas. La mayoría de éstas son estudios de caso/control, en los cuales las proteínas extraídas de pacientes conocidos de cáncer (los casos) son comparadas con las proteínas extraídas de voluntarios saludables (los controles). En un estudio perfecto, se desea que los casos y los controles se acoplen en todo –edad, sexo, dieta, pueblo de origen– excepto en el hecho que la mitad de la muestra tiene cáncer. Pero en realidad, las muestras buenas de tejido canceroso son pocas, así que la mayoría de la investigación es realizada bajo el modo "tome lo que pueda conseguir". Los controles son ensamblados después y acoplados lo mejor posible. El resultado es que los casos de control tienen con frecuencia poco en común –pueden venir de gente de diferentes edades, diferentes pueblos u otras variables incontables. "Así que no es una sorpresa que encuentra toda clase de diferencias entre los casos y los controles", dice Lee Hartwell, bajo cuya mirada el Hutchinson Center se ha convertido en un líder en la investigación proteómica. "Pero estas diferencias no tendrían nada en absoluto que hacer con el hecho de tener cáncer".
Tome el caso de la prolactina. En el 2005, un grupo de investigadores de Yale anunciaron que tenía identificados algunos bioindicadores que podrían funcionar como una prueba para el cáncer de ovario. (Más indicadores significan mejor probabilidad de un positivo verdadero, debido a que gente diferente tiene proteínas diferentes en la sangre en momentos diferentes). Los indicadores de Yale incluían a la CA125; osteopontina, una proteína que se cree se expresa de sobra en algunos tipos de cáncer; y la prolactina, una hormona pituitaria encontrada en los senos, ovarios y otros órganos. La prueba para la detección temprana del cáncer de ovario fue liberada comercialmente por LabCorp en junio pasado bajo el nombre de OvaSure.
Los resultados agitaron al equipo de ovarios de Canary, que ya había conseguido un inventario de algunas de éstos y otros indicadores y los dictaminaron como insuficientes para una prueba válida. La inclusión de la prolactina, en particular, sobresalía. "Me parecía erróneo", dice Nicole Urban, cabeza de la investigación de cáncer ginecológico en el Hutchinson Center. "Parecía altamente improbable que esté relacionado con el cáncer".
Así que Urban realizó su propio estudio, comparando los niveles de prolactina en mujeres con cáncer de ovario con aquellos de quienes estaban libres de cáncer. Además introdujo otras variables: cuando y bajo que circunstancias la sangre fue sacada. Resultó que durante un examen de sangre de rutina, la prolactina estaba presente en niveles normales parecidos tanto en los casos como en los controles. Pero los niveles subían dramáticamente cuando la sangre era sacada justo antes de entrar a una cirugía –ya sea para una cirugía de cáncer de ovario o para otro procedimiento. En otras palabras, Urban concluyó, parece que la prolactina no es un indicador para el cáncer. (El otoño pasado, la Food and Drug Administration advirtió que existen "serios problemas de regulación" con la prueba OvaSure, LabCorp la retiró del mercado).
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