Artículo original: Without God (New York Times Books)
En su celebrada Oración Phi Beta Kappa de 1837 en Harvard, titulada "The American Scholar", Ralph Waldo Emerson predijo que vendría un día en el cual EEUU terminaría lo que llamó "nuestro largo aprendizaje del saber de otras tierras". Su predicción se cumplió en el siglo veinte, y en ninguna área de aprendizaje más que en la ciencia. Esto seguramente hubiera complacido a Emerson. Cuando enumeró a sus héroes generalmente habría incluido a Copérnico, Galileo y Newton junto con Sócrates, Jesús y Swedenborg. Pero creo que Emerson habría tenido una mezcla de sentimientos sobre una consecuencia del avance científico – el debilitamiento de las creencias religiosas.
Emerson era de la línea ortodoxa dura –de acuerdo con Herman Melville, sentía "que si habría vivido en esos días en los que el mundo fue hecho, podría haber ofrecido algunas sugerencias valiosas" –pero el fue por algun rato ministro Unitariano, y usualmente descubrió que era posible hablar favorablemente del Todopoderoso. Emerson sufrió sobre lo que vio en su época como un debilitamiento de las creencias, como algo opuesto a la mera piedad e idas a la iglesia, en EEUU e inclusive en Inglaterra, aunque podría decir que lo atribuyó al avance de la ciencia.
La idea de un conflicto entre la ciencia y la religión tiene una largo pedigree. De acuerdo a Edward Gibbon, estaba la visión de la iglesia Bizantina: "el estudio de la naturaleza era el síntoma más seguro de una mente no creyente". Quizás el retrato mejor conocido de este conflicto es un libro publicado en 1896 por el primer presidente de Cornell, Andrew Dickson White, con el título History of the Warfare of Science with Theology in Christendom [Historia del Conflicto de la Ciencia con la Teología en la Cristiandad].
En los tiempos recientes ha habido una reacción en contra de hablar del conflicto ciencia y religión. La "tesis de conflicto" de White fue atacada en un documento de 1986 de Bruce Lindberg y Ronald Numbers, ambos historiadores de la ciencia bien conocidos, quienes apuntaban muchas fallas en la escolaridad de White. La Templeton Foundation ofrece un gran premio a aquellos que argumenten que no existe conflicto entre la ciencia y la religión. Algunos científicos toman esta línea porque quieren proteger la educación de la ciencia de los fundamentalistas religiosos. Stephen Jay Gould argumentó que no podría haber conflicto entre la ciencia y la religión porque la ciencia solo trata hechos y la religión únicamente valores. Esto ciertamente no fue la visión mantenida en el pasado por los mayores seguidores de la religión y es un signo de decadencia de la creencia en los sobrenatural que muchos que se llaman a si mismos religiosos podrían estar de acuerdo con Gould.
Digamos que la ciencia y la religión no son incompatibles –después de todo hay algunos (aunque no muchos) científicos, como Charles Townes y Francis Collins, que tienen fuertes creencias religiosas. Todavía, pienso que entre la ciencia y la religión existe, si no incompatibilidad, al menos lo que había llamado el filósofo Susan Haack una tensión, que gradualmente ha estado debilitando a las serias creencias religiosas, especialmente en el Occidente, donde la ciencia ha tenido mayores avances. Aquí me gustaría marcar algunas de las fuentes de esta tensión, y después ofrecer algunas observaciones sobre la muy difícil pregunta que surge por la consecuente declinación de la creencia, la pregunta de como es posible vivir sin Dios.
1.
No pienso que la tensión entre la ciencia y la religión es primariamente el resultado de contradicciones entre los descubrimientos científicos y doctrinas específicas religiosas. Esto es lo que sobre todo preocupó a White, pero pienso que estaba buscando en la dirección equivocada. Galileo remarcó en su famosa carta a la Gran Duquesa Cristina que "la intención del Espíritu Santo es enseñarnos como ir al cielo, no como es el cielo", y ésta no era solo su opinión; estaba citando al príncipe de la Iglesia, Cardenal Baronius, el bibliotecario del Vaticano. Las contradicciones entre las Sagradas Escrituras y el conocimiento científico se han presentado una y otra vez, y han sido generalmente tomadas en cuenta por los religiosos más iluminados. Por ejemplo, hay versos tanto en el Viejo como el Nuevo Testamento que parecen demostrar que la Tierra es plana, y como fue anotado por Copérnico (citado por Galileo en la misma carta a Cristina) estos versos condujeron a que algunos padres de la Iglesia como Lactantius rechazaran la comprensión griega de que el planeta era una esfera, pero cristianos educados mucho antes de los viajes de Colón y Magallanes ya habían aceptado la forma esférica de la Tierra. Dante descubrió el interior de la Tierra esférica como un lugar conveniente para colocar a los pecadores.
Lo que brévemente fue un aspecto serio en los primeros días de la Iglesia se ha convertido en una parodia. El astrofísico Adrian Melott de la Universidad de Kansas, en una pelea con fanáticos que querían igual tiempo para el creacionismo en las escuelas públicas de Kansas, fundaron una organización llamada FLAT (Familias para el Aprendizaje de Teorías Precisas). Su sociedad parodiaba a los creacionistas por la demanda de igual tiempo para la geografía plana de la Tierra, argumentando que los niños deberían ser expuestos a ambos lados de la controversia sobre la forma de la Tierra.
Pero si el conflicto directo entre el conocimiento científico y las creencias religiosas específicas no ha sido tan importante en si mismo, hay al menos cuatro fuentes de tensión entre la ciencia y la religión que han sido importantes.
La primera fuente de tensión surge del hecho de que la religión originalmente ganó mucho de su fuerza de la observación de los fenómenos misteriosos –relámpagos, terremotos, enfermedades– que parecían requerir de la intervención de algún ser divino. Existía una ninfa en cada arroyo y una dríada en cada árbol. Pero cuando pasó el tiempo más y más de estos misterios fueron explicados en formas puramente naturales. La explicación de eso o aquello sobre el mundo natural por supuesto que no descartó a las creencias religiosas. Pero si la gente creía en Dios debido a que no había otra explicación posible para todos esos misterios, y al pasar de los años estos misterios fueron resueltos uno a uno de forma naturalística, se puede esperar cierto debilitamiento de las creencias. No es un accidente el advenimiento del ateísmo y los agnósticos entre las personas educadas del siglo dieciocho seguido del nacimiento de la ciencia moderna en el siglo previo.
Desde el principio, el poder explicativo de la ciencia preocupó a aquellos que valoraban la religión. Platón estaba tan horrorizado del intento de Democritus y Leucippus para explicar la naturaleza en términos de átomos sin la referencia a los dioses (aunque no hayan llegado muy lejos con eso) que en el libro Ten of the Laws solicitaba cinco años de confinamientos para aquellos que negaran la existencia de los dioses o que cuiden de los humanos, con la muerte en caso que el prisionero no sea reformado. Isacc Newton, ofendido por el naturalismo de Descartes, también rechazó la idea de que el mundo pueda ser explicado sin Dios. Argumentó por ejemplo en una carta a Richard Bentley que no hay explicación pero que Dios debería ser dado por la distinción que observamos entre la materia brillantes, el sol y las estrellas, y la materia obscura, como la Tierra. Esto es irónico, porque por supuesto fue Newton no Descartes quien estaba en lo correcto sobre las leyes del movimiento. Nadie hizo más que Newton para hacer posible que funcionen explicaciones no ateas de lo que vemos en el cielo, pero Newton mismo no era en este sentido un Newtoniano.
Por supuesto, no todo ha sido explicado, y nunca será. La cosa importante es que no hemos observado nada que parezca que requiera intervención supernatural para su explicación. Hay algunos ahora que se adhieren a las brechas remanentes en nuestro entendimiento (como nuestra ignorancia sobre el origen de la vida) como la evidencia de Dios. Pero a medida que el tiempo pasa y más y más de estas brechas son rellenadas, su posición dan una impresión de gente que se mantiene desesperadamente en opiniones obsoletas.
El problema para la creencia religiosa no es solo que la ciencia ha explicado mucho de la parafernalia del mundo. Existe una segunda fuente de tensión: que estas explicaciones dudan del rol especial del hombre, como un actor creado por Dios para jugar una papel estelar en el gran drama cósmico del pecado y la salvación. Hemos tenido que aceptar que nuestro hogar, la Tierra, es solo otro planeta alrededor del sol; nuestro sol es solo uno de cientos de miles de millones de estrellas en una galaxia que es una de miles de millones de las galaxias visibles; y puede ser que toda la nube en expansión de galaxias sea solo una pequeña parte de un multi-universo mucho más grande, muchas de cuyas partes son absolutamente inhóspitas para la vida. Como dijo Richard Feynman, "la teoría de que todo está organizado como un estado de Dios para mirar el esfuerzo del hombre por el bien y el mal parece inadecuado".
Lo más importante de lejos fue el descubrimiento de Charles Darwin y Alfred Russel Wallace acerca de la descendencia de los humanos de los animales a través de una selección natural que actúa con variaciones de herencia aleatorias, sin necesidad de un plan divino para explicar el advenimiento de la humanidad. Este descubrimiento llevó a algunos, incluyendo a Darwin, a perder su fe. No es de sorprenderse que de todos los descubrimientos de la ciencia, este es el único que continúa perturbando a los religiosos conservadores. Puedo imaginar cuan perturbados se sentirán en el futuro, cuando al menos científicos aprendan como entender el comportamiento humano en términos de la química y física del cerebro, y nada sea dejado a la necesidad de ser explicado porque tenemos un alma inmaterial.
Note que aquí me refiero a comportamiento, no a consciencia. Algo puramente subjetivo, como la forma de sentir cuando vemos el color rojo o se descubre una teoría física, parece tan diferente del mundo objetivo descrito por la ciencia que es difícil ver como puede juntarse. Como Colin McGinn ha dicho en estas páginas:
El problema es como integrar la mente consciente con el cerebro físico –como revelar la unidad bajo su aparente diversidad. El problema es muy difícil y no creo que alguien tenga buenas ideas de como resolverlos.
Por otro lado, la actividad cerebral y el comportamiento (incluyendo lo que decimos sobre nuestros sentimientos) están en el mismo mundo de fenómenos objetivos, y no conozco de obstáculos intrínsicos para ser integrados en una teoría científica, aunque es claro que no será fácil. Esto no significa que deberíamos olvidar a la consciencia, y como B.F. Skinner con sus palomas nos preocupó solo con el comportamiento. Sabemos que nuestro comportamiento es gobernado parcialmente por nuestra consciencia, así que entender el comportamiento necesariamente requerirá trabajar en la correspondencia detallada entre lo objetivo y lo subjetivo. Esto no nos podría decir como surge lo uno de lo otro, pero al menos confirmará que nada supernatural existe en la mente.
Algunos no científicos dimensionan ciertos desarrollos en la física moderna que sugieren lo no predecible de los fenómenos naturales, como la llegada de la mecánica cuántica o la teoría del caos, como las señales del alejamiento del determinismo, una suerte que se abriría a la intervención divina o al alma incorpórea. Estas teorías nos han obligado a revisar nuestra visión del determinismo, pero no a pensar en cualquier forma que tenga implicaciones para la vida humana.
Una tercera fuente de tensión entre la ciencia y las creencias religiosas ha sido más importante en el Islam que en el Cristianismo. Alrededor del año 1100, el filósofo Abu Hamid al-Ghazzali argumentó en contra de la idea de las leyes de la naturaleza, en la base de que ninguna de esas leyes pondría cadenas en las manos de Dios. De acuerdo a al-Ghazzali, una pieza de algodón colocada en una llama no se obscurece ni arde por el calor de la llama sino porque es Dios quien quiere que se obscurezca y arda. Las leyes de la naturaleza fueron reconciliadas con el Islam, como un resumen de lo que Dios usualmente quiere que pase, pero al-Ghazzali no tomó ese camino.
Al-Ghazzali es con frecuencia descrito como el filósofo islámico más influyente. Desearía conocer lo suficiente para juzgar cuan grande fue el impacto de su rechazo a la ciencia en el Islam. En todo caso, la ciencia en los países musulmanes, que habían liderado al mundo en los siglos noveno y décimo, empezó a declinar uno o dos siglos después de Al-Ghazzali. Como un portento de esa declinación, en el año 1194 Ulama de Córdoba quemó todos los textos científicos y médicos.
Ninguna ciencia ha revivido en el mundo islámico. Existen científicos talentosos que vinieron a Occidente desde países islámicos que realizan trabajos valiosos, entre ellos el físico paquistaní musulmán Abdus Mohammed Salam, quien en 1979 se convirtió en el primer científico musulmán en ganar un premio Nobel por su trabajo realizado en Italia e Inglaterra. Pero en los pasados cuarenta años no hemos visto documento alguno en las áreas de física o astronomía que haya sido escrito en alguno de los países islámicos que valga la pena leer. Miles de documentos científicos han salido de estos países, y quizás perdí algo. En el 2002 el periódico Nature publicó un sondeo de la ciencia en los países islámicos y encontró solo tres áreas en las que el mundo islámico produce excelente ciencia, todas tres dirigidas a aplicaciones en lugar de la ciencia básica. Éstas fueron desalinización, halconería y alimentación de camellos.
Algo como la preocupación de al-Ghazzali por la libertad de Dios apareció por un momento en la Europa Cristiana, pero con resultados diferentes. En París y Canterbury en el siglo trece existió una ola de condenas a aquellas enseñanzas de Aristóteles que parecían limitar la libertad de Dios para hacer las cosas como crear una vacuna o hacer varios mundos o mover cielos en líneas rectas. La influencia de Tomás de Aquino y Alberto Magno salvó la filosofía de Aristóteles para Europa y con ésta la idea de las leyes de la naturaleza. Pero aunque Aristóteles no fue condenado, su autoridad fue cuestionada –lo que fue afortunado, ya que nada podía ser construido con su física. Quizás el debilitamiento de la autoridad de Aristóteles por hombres reaccionarios de la iglesia abrieron la puerta a los primeros pasos hacia la búsqueda de las leyes verdaderas de la naturaleza en París, Lisieux y Oxford en el siglo décimo cuarto.
Existe una cuarta fuente de tensión entre la ciencia y la religión que puede ser la más importante de todas. Las religiones tradicionales generalmente dependen de la autoridad, ya sea la autoridad es un líder infalible, como un profeta o un papa o un imam, o el cuerpo de las sagradas escrituras, o la Biblia o el Koran. Quizás Galileo no se metió en problemas solo por sus puntos de vista contradictorios a las Escrituras sino por que lo hacía tan independientemente, en lugar de un teólogo actuando dentro de la Iglesia.
Por supuesto, los científicos dependen de autoridades pero de una forma diferente. Si quiero entender algunos puntos finos sobre la teoría general de la relatividad, debería buscar por un documento reciente de un experto en el campo. Pero sabría que ese experto podría estar equivocado. Una cosa que probablemente no haría es buscar por los papeles originales de Einstein porque en la actualidad cualquier estudiante graduado entiende la relatividad mejor de lo que lo hizo Einstein. Progresamos. Sin duda, en la forma en la que Einstein describió su teoría es ahora generalmente considerado como solo lo que es conocido como una teoría efectiva de campo; esto es, una aproximación, válida para grandes escalas de distancia para las cuales había sido probada pero no bajo condiciones apretadas, como las del inicial big bang.
Tenemos nuestros héroes en la ciencia, como Einstein, quien ciertamente fue el más grande físico del siglo pasado, pero para nosotros no existen profetas infalibles. Para aquellos quienes en todos los días de la vida respetan la independencia de la mente y la apertura a la contradicción, rasgos que Emerson admiró –especialmente cuando venían de la religión– el ejemplo de la ciencia arroja una luz desfavorable en la deferencia de la autoridad de la religión tradicional. El mundo puede siempre usar héroes pero podría hacerlo con pocos profetas.
El debilitamiento de la creencia religiosa es obvia en Europa Ocidental, pero parece extraño hablar acerca de que esto esté sucediendo en EEUU. Nadie que haya expresado duda sobre la existencia de Dios podría posiblemente ser elegido presidente de los EEUU. No obstante, aunque no dispongo de evidencia científica en este punto, basado en la observación personal me parece que mientras los estadounidenses creen fervientemente que la religión es algo bueno, y se enojan cuando ésta es criticada, inclusive aquellos que sienten que este camino con frecuencia no tiene mucho que ver para aclarar las creencias religiosas. Ocasionalmente me he encontrado hablando con amigos, que se identifican con alguna religión organizada, sobre lo que piensan de la vida después de la muerte, o de la naturaleza de Dios, o del pecado. Con más frecuencia me han dicho que no saben y la cosa importante no es lo que crees sino como vives. He escuchado esto inclusive de un sacerdote católico. Aplaudo el sentimiento, pero es un repliegue de la creencia religiosa.
Aunque no puedo probarlo, sospecho que cuando se les pregunta a los estadounidenses en las encuestas si creen en Dios o los ángeles o el cielo o el infierno sienten que es un deber religioso decir que lo hacen, sin importar en lo que crean. Y por supuesto difícilmente alguien de Occidente parece tener el más mínimo interés en las grandes controversias.
Aquí he estado enfatizando las creencias religiosas, la creencia en los hechos sobre Dios o después de la vida, aunque estoy muy consciente que este es solo uno de los aspectos de la vida religiosa y para muchos no el más importante. Quizás enfatizo la creencia porque como físico estoy profesionalmente preocupado con descubrir lo que es verdad, no lo que no es hace felices o buenos. Para mucha gente, la cosa importante sobre su religión no es el conjunto de creencias sino otras cosas: un conjunto de principios morales; reglas sobre el comportamiento sexual, dieta, cumplimiento de días santos, etc; rituales de matrimonio y duelo; y la comodidad de afiliación con otros miembros creyentes, lo que en caso extremo permite el placer de matar a aquellos que tengan diferentes afiliaciones religiosas.
Para algunos hay también una suerte de espiritualidad sobre la que Emerson escribió, que no la entiendo, con frecuencia descrita como un sentido de unión con la naturaleza o con toda la humanidad, que no envuelve aspectos específicos sobre los supernatural. La espiritualidad es central para el Budismo, la que no es un llamado para creer en Dios. Inclusive, el Budismo históricamente dependía de la creencia en lo supernatural, específicamente en la reencarnación. Es el deseo para escapar de la rueda de renacimiento que conduce a la búsqueda de la iluminación. Los héroes del Budismo son los bodhisattvas, quienes, teniendo la iluminación, no obstante de eso regresan a la vida para mostrar el camino a un mundo envuelto en la oscuridad. Quizás también en el Budismo ha habido una disminución de la creencia. En un reciente libro del Dalai Lama apenas se menciona la reencarnación y el Budismo está ahora declinando en Japón, la nación asiática que más progresos ha hecho en la ciencia.
Los diferentes usos de la religión puede mantenerla por algunos siglos después de la desaparición de la creencia en algo supernatural, pero me pregunto cuanto puede durar la religión sin la base de la creencia en lo supernatural, cuando ésto no es algo externo a los seres humanos. Para comparar grandes cosas con pequeñas, la gente debería ir a los partidos universitarios de football porque ahí disfrutan de las barras y las bandas de música, pero dudo que sigan yendo al estadio las tardes del sábado si solo fuera eso, sin partido de football.
2.
Mi propósito no es sostener que la declinación de la creencia religiosa sea una buena cosa (aunque pienso que es), o tratar de decir a todos que salgan de su religión, como los recientes libros elocuentes de Richard Dawkins, Sam Harris y Christopher Hitchens lo hacen. Hasta este momento de mi vida, pidiendo el gasto de más dinero en la educación científica y más alta educación, o en contra del gasto en armamento militar o el envío de gente a Marte, pienso que alcancé una marca perfecta de no haber cambiado la mentalidad de alguien. O mejor dicho, solo quiero ofrecer algunas opiniones, sin ser experto, para aquellos que ya perdieron sus creencias religiosas o para aquellos que las están perdiendo, o temen que las perderán, sobre la posibilidad de vivir sin Dios.
Primero, una advertencia: mejor nos cuidamos de los sustitutos. Se ha notado con frecuencia que los grandes horrores del siglo veinte fueron perpetrados por regímenes – Alemania de Hitler, Rusia de Stalin, China de Mao – que mientras rechazaban algunas o todas las enseñanzas de la religión, copiaron características de la religión para cosas peores: líderes infalibles, sagradas escrituras, rituales de masas, ejecución de apóstatas y una sensación de comunidad que justificaba el exterminio de aquellos fuera de la comunidad.
Cuando todavía no me graduaba conocí a un rabino, Will Herberg, que estaba preocupado por mi falta de fe religiosa. Me advirtió que debería adorar a Dios porque de otra manera empezaría a adorar otra cosa. Tenía razón sobre el peligro pero recomendaría un remedio diferente: deberíamos salir del hábito de adorar lo que sea.
No estoy diciendo que sea fácil vivir sin Dios, que la ciencia es lo único que necesita. Para un físico, es un gran dicha aprender como usar las hermosas matemáticas para entender el mundo real. Tratamos de entender a la naturaleza, construyendo una gran cadena de institutos de investigación, desde el Museo de Alejandría y la Casa de Sabiduría de Bagdad hacia los actuales CERN y Fermilab. Pero sabemos que nunca conseguiremos llegar al fondo de las cosas porque cualquier teoría unifica todas las partículas y fuerzas observadas, nunca sabremos porqué esa teoría es la que describe al mundo real y no otra teoría.
Peor, la visión mundial de la ciencia es bastante escalofriante. No solo que no encontramos punto alguno para la vida diseñado para nosotros en la naturaleza, ni bases objetivas para nuestro principios morales, ni correspondencia entre lo que pensamos es la ley moral y las leyes de la naturaleza, de la suerte imaginada por filósofos de Anaximandro y Platón a Emerson. Inclusive aprendemos que las emociones que es lo que más atesoramos, el amor por nuestras esposas y esposos e hijos, son posibles por procesos químicos en nuestros cerebros que son lo que son como resultado de una selección natural actuando en mutaciones de cambio de millones de años. Pero no debemos hundirnos en el nihilismo o sofocar nuestras emociones. Vivimos en el filo de la navaja, entre el pensamiento del deseo por un lado y por el otro
desesperación.
¿Qué debemos hacer? Una cosa que ayuda es el humor, una cualidad no abundante en Emerson. Solo cuando reímos con simpatía pero sin desdén cuando vemos a un niño de una año tratando permanecer parado cuando da sus primeros pasos, podemos sentir alegría por nosotros mismos, tratando de vivir una vida balanceada en el filo de la navaja. En alguna de las grandes tragedias de Shakespeare, justo cuando la acción va a alcanzar un insoportable clímax, los héroes trágicos son confrontados con algún "mecanismo rudo" ofreciendo observaciones cómicas: un sepulturero, o un portero, o un par de jardineros, o un hombre con una canasta de higos. La tragedia no es aliviada, pero el humor la pone en perspectiva.
Luego están los placeres ordinarios de la vida, que han sido despreciados por los fanáticos religiosos, desde los anacoretas cristianos en los desiertos egipcios hasta los talibaneses de ahora y el ejército Mahdi. Visitar New England a inicios de junio, cuando los rhododendrons y azaleas están resplandeciendo, me recuerda lo maravillosa que puede ser la primavera. Y no descartemos los placeres de la carne. Nosotros que no somos fanáticos podemos regocijarnos que cuando el vino y el pan no están sacramentados, todavía serán pan y vino.
También hay placeres traídos por las artes. Aquí pienso que vamos a perder algo con la declinación de la creencia religiosa. Muchas grandes obras de arte han surgido en el pasado desde la inspiración religiosa. Por ejemplo, no puedo imaginar la poesía de George Herbert o Henry Vaughn o Gerard Manley Hopkins siendo escrita sin una sincera creencia religiosa. Pero nada nos impide a los que no tenemos creencias religiosas de disfrutar de la poesía religiosa.
Podemos estar tristes que no se escribirá más poesía religiosa en el futuro. Ya vemos que poca poesía escrita en inglés en las anteriores décadas tiene todo para creer en Dios y en algunos casos la religión no entra, como con poetas como Stevie Smith o Philip Larkin, es el rechazo de la religión que provee su inspiración. Pero por supuesto muy buena poesía puede ser escrita sin religión. Shakespeare da un ejemplo; nada de su trabajo me parece que tiene la más ligera huella de seria inspiración religiosa. Dados Ariel y Próspero, veo que los poetas pueden hacerlos sin ángeles y profetas.
No pienso que tenemos que preocuparnos que al dejar la religión se llegará a una declinación moral. Hay mucha gente sin creencias religiosas que tienen vidas ejemplares morales (por ejemplo, yo), y aunque la religión a veces ha inspirado admirables estándares éticos, también con frecuencia ha fomentado horrendos crímenes. De cualquier manera, creer en un creador omnisciente y omnipotente del mundo no tiene en si mismo ninguna implicación moral – todavía depende de usted decidir si es correcto obedecer Sus mandamientos. Por ejemplo, aunque algunos que creen en Dios sienten que Abraham en el Viejo Testamento se equivocó en obedecer a Dios al aceptar sacrificar a Isaac y que Adán hizo bien al desobedecer a Dios y comer la manzana como lo hizo Eva, y así quedarse con ella cuando dejaron el paraíso. El joven que piloteaba un avión que chocó con un edificio en EEUU o explotó con bombas en multitudes en Londres o Madrid o Tel Aviv no solo que fueron estúpidos al imaginarse que esos eran los mandamientos de Dios sino que fueron malos al obedecerlos.
Mientras nos reflejamos en los placeres de la vida, más extrañamos la consolación que solía entregar la creencia religiosa: la promesa de que nuestras vidas continuarán después de la vida y que después de la vida nos reuniremos con la personas que amamos. A medida que la creencia religiosa se debilita, más y más de nosotros sabemos que después de la muerte hay nada. Ésta es la cosa que nos hace cobardes.
Cícero ofreció consuelo en De Senectute sosteniendo que era enfermizo tener miedo a la muerte. Después de más de dos mil años sus palabras no tienen el mínimo poder para consolarnos. Philip Larkin fue mucho más convincente acerca del miedo a la muerte:
Ésta es una manera especial de tener miedo
Ningún truco lo disipa. La religión solía intentarlo,
El vasto brocado musical desgastado
Creado para fingir que nunca morimos
Y materia especiosa que dice ningún ser racional
Puede temer a algo que no sentirá –no verá, no escuchará,
Sin tacto o sabor u olor, nada sobre que pensar,
Nada para amar o enlazar,
El anestésico del que nadie regresará
Vivir sin Dios no es fácil. Pero es muy difícil que uno ofrezca consuelo a otro –ya que hay un cierto honor, o quizás solo una nefasta satisfacción, en enfrentar a nuestra condición sin desesperación y sin pensamientos ilusos – con buen humor, pero sin Dios.
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