19 de julio de 2008

El Androide de Google liberará a la Red inalámbrica



Artículo original: Google's Open Source Android OS Will Free the Wireless Web


"¿Es esto interesante para Google?"  Eso es lo que le preguntó Andy Rubin a Larry Page.  Era un día de primavera del 2005, y los dos estaban en una sala de conferencias afuera del vestíbulo principal de los cuarteles generales de Google.  Un simple sí y Rubin se habría ido feliz.

Se habían reunido tres años antes, cuando Rubin estaba a punto de lanzar un smartphone que había inventado, llamado Sidekick. En esa época, Google era solamente algo que prometía, detrás de AOL e inclusive Lycos en el tráfico.  Pero Rubin, un muy bien conocido jugador de Silicon Valley, escogió Google como el motor de búsqueda por defecto de su Sidekick.  Page estaba halagado por el inesperado respaldo.  Así que cuando Rubin le llamó y le pidió una reunión, Page no podía decir no.

El cofundador de Google llegó tarde, como siempre.  Rubin, caminó hacia la pizarra y empezó su discurso.  Existían más de 700 millones de teléfonos celulares vendidos cada año  comparados con un poco más de 200 millones de PCs –y la brecha estaba ampliándose.  Incrementándose, dijo, los teléfonos eran la forma en la que la gente quería comunicarse con los demás y con cualquier otra cosa.  Pero la industria de los celulares estaba anclada en la edad media.  En contraste con la Red, donde los estándares abiertos han alentado una multitud de sofisticadas compañías y aplicaciones, los celulares eran una tiranía, sistema cerrado, repeliendo a todos los innovadores y destruyendo a quien intentara ingresar.

Rubin dijo que su producto, llamado Android era la solución:  una plataforma de celulares de fuente abierta para la cual cualquier codificador podía escribir y que podía ser instalado por cualquier fabricante de aparatos. Haría dinero con la venta del soporte para el sistema –servicios de seguridad, dice, o administración del correo electrónico.  Android tendría el espíritu de Linux y el alcance de Windows.  Sería un sistema operativo abierto y global para el futuro inalámbrico.

Rubin no quería dinero de Page.  Ya lo tenía financiado.  Lo que quería era el aval de Google –inclusive un correo electrónico de Page lo haría.  Rubin esperaba que podría atraer más fondos con el gigante de búsquedas en el tablero, posiblemente con una insinuación de que Google  podría estar interesado en desarrollar su propia marca de teléfono.  Sacó el prototipo.

Page tomó el dispositivo. Estuvo personalmente frustrado pero estaba fascinado por el mercado de celulares por años.  Ya conocía los números –no necesitaba de Rubin para que le digan cuantas PC y celulares habían allá afuera.  También conocía que eso añadía un problema masivo para Google.

La metáfora del escritorio estaba desvaneciéndose.  Los teléfonos iban a reemplazar a las PCs como la principal compuerta de entrada al Internet, y lo iban a hacer pronto ¿Por qué los consumidores se atarían a una PC cuando los teléfonos estaban creciendo con más y más poder – y eran más baratos también?

Pero debido a que los celulares corrían con diferente software, tenían menos memoria, y operaban bajo las restricciones de redes de pago por byte, el celular de la Red era una versión mimeografiada, desmantelada de la cosa real.  Leía y navegaba y –más hacia el punto– veía que los avisos de Google eran una tarea lenta y tediosa. Aún peor, una segunda clase de Red podría descarrilar la gran estrategia de Google.  La compañía estaba intentando calar de manera profunda su estilo dentro de la vida de los usuarios mediante el alojamiento de aplicaciones y archivos especiales en los servidores de Google, luego y entregándole al siempre conectado consumidor cuando quiera y donde quiera.  Eso era fácil en las PCs, pero los teléfonos no actuaban bien con la nube.  Google dominaba la Red ahora, pero mañana podría ser una historia diferente.

Trabajar este problema había sido una pesadilla.  Los ingenieros de Google tenía un closet repleto de celulares para probar las aplicaciones inalámbricas de la compañía –mobile Google, Blogger, búsqueda en SMS.  Había docenas de sistemas operativos para navegar, una Torre de Babel móvil completamente en conflicto con el fácil acceso e idioma universal de la Red.

Lo que más le preocupaba a Page era que la única firma del mundo de las PCs que parecía tener éxito en la navegación del laberinto de los celulares era Microsoft, uno de las más grandes rivales de Google.  La plataforma Windows Mobile tenía menos del 10% del mercado estadounidense de smartphones, pero estaba creciendo rápidamente.  El sistema de Microsoft, sin embargo, era la hermanastra fea de lo que Rubin estaba proponiendo:  los ejecutivos de Redmond tenían menos cuidado sobre la apertura de la Red a los usuarios móviles que el atar el sistema operativo móvil en su dominio del escritorio.  Hace una década, Microsoft había desestimado el crecimiento de la Red y luego entregado el control a Google.  Ahora parecía que era el turno de Google para ser sorprendido.

Si a Google le iba mal, les iba peor a los usuarios.  Todos los años desde el 2002, el sector inalámbrico se manejó para ubicarse cerca del tope de las mejores industrias con más quejas.  Los estadounidenses preferían hacer negocios con un vendedor de carros usados que con un centro de servicio al consumidor de, digamos, T-Mobile o Motorola  ¿Y quién les podía culpar?  Los planes eran caros, los precios eran complejos y capciosos, y los teléfonos nunca cumplían las expectativas.  La innovación constante, el primer principio del mundo de Page y Rubin, era el anatema de las compañías de teléfonos. Debe haber una demanda reprimida allá afuera para algo mejor.

¿Así que estaba interesando a Page el discurso de Rubin?  Absolutamente.  Pero no quería colocar su logo en el teléfono de Rubin.  O escribir un correo electrónico de apoyo.  Tenía una mejor idea: Google compraría el Android.

Rubin estaba helado.  Había venido en búsqueda de una palabra de apoyo y salía con el más grande pago del día de su vida.  (El precio eventual de compra fue estimado como en US$50 millones).  Ahora todo lo que tenía que hacer era vivir con su propia publicidad.

"El modelo de Google es el de construir una aplicación matadora, para luego monetizarla," dice Rubin.  Estamos sentados en otra sala de conferencias cruzando la calle de donde él y Page sellaron su trato hace tres años.  El edificio, que alberga la división móvil de Google, es el dominio de Rubin ahora.  Hay un modelo de helicóptero autopiloteado llevando un logo del Android aparcado en el corredor –Rubin lo construyó en su tiempo libre.  Más allá hay pisos de gente que piensan en nada que no sea el futuro celular de su empleador. En el vestíbulo, una pantalla plana de TV muestra un globo girando con bengalas animadas erupcionando en donde sea que la gente esté usando Google para realizar búsquedas desde su celular.  Este otoño, cuando los primeros teléfonos Androides lleguen al mercado, esas bengalas se presume arderán más.

Rubin es alto y flaco y usa vestimenta casual inclusive para los estándares de Google.  Tiene 45 aunque parece más joven.  Sentado, me explica la misión del Googlefied Android, pero me resulta difícil seguir sus palabras.  Estoy mirando su teléfono.  Claramente es un demo –negro, rayado, lleno de huellas digitales; la mayor parte de su cara es la pantalla.  Rubin de manera inadvertida lo desliza sobre la gran mesa de madera, luego lo levanta y lo pasa de mano.  Es irritante.  Todo lo que quiero es mirar de cerca a su aplicación matadora.

Después de que Google compró al Androide en julio de 2005, el Silicon Valley adivinó y especuló sobre lo que estaba planeando el gigante.  Todos consideraban que Apple estaba trabajando en un teléfono y asumían que Google debía estar desarrollando uno también.  Rubin y sus cofundadores, Rich Miner, Nick Sears y Chris White, no estaban hablando.  "Tratar de adivinar el próximo movimiento de Google reemplazó el escarbar la basura de Steve Jobs ... en el tope de nuestra lista de actividades del fin de semana", escribió el blog de tecnología Engdget.  Cuando Apple presentó el iPhone el anterior verano, las expectativas por un gPhone –¿podría ser llamado de otra manera?– crecieron más.

Pero cuando Google rompió finalmente su silencio a principios de noviembre, no había nada sobre un gPhone. En su lugar, había un comunicado de prensa. Treinta y cuatro compañías –firmas como Texas Instruments, Intel, T-Mobile, y Sprint Nextel –se habían unido a Google para construir un interfaz inalámbrico basado en el software de código abierto Linux. El grupo se apodaba a si mismo como la Open Handset Alliance (Alianza del Auricular Abierto). Los competidores respiraron con alivio ¿Esto era lo que Google planeó para sacudir al mercado global inalámbrico de cerca de un trillón de dólares? ¿Un consorcio?  "Sus esfuerzos son solo algunas palabras en papel", remarcó Steve Ballmer, CEO de Microsoft, en una conferencia en Japón.  "Otra plataforma Linuz", se encogió de hombros el CEO de Symbian, el sistema operativo dominante de smartphones fuera de los EEUU.

Una semana más tarde, Google incrementó la discusión.  La compañía colocó un kit para desarrolladores del software Androide en su portal y anunció el Desafío del Desarrollador, con un premio de US$ 10 millones en dinero para repartirse entre los creadores de las mejores aplicaciones para el nuevo sistema –una gran herramienta de redes sociales, dice, o un programa de reconocimiento de manuscritos. El Desafío fue una llamada abierta; todos fueron invitados.  Aquellos que esperaban el  nuevo dispositivo para rivalizar con el iPhone al final entendieron que Google tenía en mente algo radicalmente diferente.  El dispositivo de Apple era un fin en sí mismo – autocontenido, una pieza maestra de joyería asegurada en una concha protectora brillante.  Androide era un medio, una semilla que quiere crecer como un nuevo árbol familiar inalámbrico.  Google nunca estuvo en el negocio de hardware, No habría gPhone – en su lugar habría cientos de gPhones.

HTC, Motorola y LG anunciaron planes para comercializar a los nuevos teléfonos Android en una multitud de formas y tamaños, cada uno con diferentes alternativas de software. Todas las aplicaciones podrían ser removidas o cambiadas por otras.  Inclusive los pocos programas que Google estaba creando desde el principio –una aplicación de correo electrónico, un administrador de contactos –podría ser reemplazado por software de terceros que hacían la misma cosa.  A Google no le importaba como cualquier modelo individual era negociado mientras el ADN escondido del Androide esté por debajo, manteniendo todo atado al Internet y corriendo suavemente.

La teoría de la compañía era que si navega desde el teléfono con comodidad y diversión, la gente lo usará como un navegador de escritorio, con las búsquedas de Google como principal puerta de entrada.  El día de navidad del 2007 le ofreció a Google la prueba de que la estrategia podía funcionar.  Esa mañana, la gente desempacó sus iPhones, los cargó, clickeó en su navegador muy amigable Safari – y apuntó a Google.  En 24 horas, el iPhone, que apenas era el 5 por ciento de todos los smarphones del mundo, manejó más tráfico hacia Google que cualquier otro celular.  Si Apple podía generar todo ese negocio para Google, seguramente Google podría hacerlo mejor por sí mismo. El CEO Eric Schmidt, un hombre BlackBerry de corazón, estaba inicialmente escéptico sobre la asociación con Rubin. Pero una vez que abrazó la idea del Androide,  dio un giro entusiasta.  "Esa es la recreación del Internet. Es la recreación de la historia del PC",  dijo Schmidt a los líderes de negocios del World Economic Forum en Davos un mes después de navidad. "Y pasará el próximo año."

Rubin finalmente encendió el manoseado teléfono y lanzó Google Maps. "Y, aquí estamos", dice, moviendo la imagen del satélite de San Francisco mediante el movimiento de un dedo sobre la pantalla.  "Este es el Embarcadero. Lo puedo manipular. Lo puedo ampliar".  Da un toque para enfocar en la vista de una calle la placa de un camión, luego abre una nueva aplicación.  "Veamos, vamos al reproductor de música. Voy al artista aquí y consigo mi lista – oops, dice que falta la tarjeta SD".

Hecha una mirada el pequeño slot de la tarjeta.  "Hmm, ahí está. Parece como que tengo algo de insecto".  Se encoge de hombros, topa un icono para ir al navegador y revisa CNN.com.  Se ve bien –una pequeña pero muy completa versión del portal de Internet.  Regresando a cuando por primera vez conversaba con Page, esto hubiera sido impresionante.  Pero ahora, ¿con el iPhone y otros smartphones ahí afuera? No es gran cosa.  Un  minuto más tarde la batería se muere.

Guarda el teléfono y termina.  No puedo dejar de sentirme un poco desilusionado  ¿Es este el teléfono al que Page le está apostando?  En la línea regular de negocios de Google, la estrategia ha sido presentar productos innovadores, y ocasionalmente productos con fallas –como Google Docs– para después mantenerlos en versión beta por meses o años.  Pero la gente no va a comprar un teléfono en beta.  Los productos Androide tienen que trabajar bien desde el inicio  ¿Es en realidad este teléfono el que va a cambiar todo?

Era la primera vez que Dan Morrill saldría del país, y eso le ponía un poco nervioso.  Pero recogió sus maletas en el aeropuerto de Munich en una mañana de enero sorpresivamente caliente a inicios del año, después de un agotador viaje desde San Francisco, buscaba ver a Paul Bunyan en un BMW. Si buscas ingenieros, pensó, hay peores lugares para ir que a una ciudad que te recibe con  un gran Beemer.

Morrill es un ingeniero de software que se volvió en "abogado desarrollador". Es un evangelista rodante en el mundo programador.  Pero solo es su exterior.  La misión real de Morrill es asegurarse que el Androide se dispare con un gran efecto en la red –esa pasión mística mezcla de pasión  y auto-interés que impulsa el crecimiento de grandes criaturas como eBay y FaceBook.  Google quiere desarrolladores para construir programas sofisticados que puedan mover a un gran número de usuarios, creando un mercado en expansión que atraiga a más desarrolladores para construir más programas para atraer más usuarios.  Si la chispa es el premio de US$10 millones, el trabajo de Morrill es asegurar que haya la combustión.  Google le había enviado a Alemania para reunirse con un pequeño grupo local de programadores de celulares.  La mañana de su conversación, Morrill vestía su uniforme usual, una chaqueta desabotonada sobre una camiseta de seda, esta con la imagen de un amigable robot verde, el ícono de Androide.  Camina a la sala de conferencias del Innside Hotel y para.  Hay más de 200 personas, más del doble de lo que esperaba.  Una docena de desarrolladores están sentados en el piso en la parte posterior de la sala, con sus computadoras en sus rodillas.  Hay aficionados, jefes técnicos, programadores indúes y estudiantes.

Morrill realiza su exposición y acepta preguntas.  Quieren saber sobre la programación Androide, por supuesto, pero también preguntan porque Google está haciendo esto, cuáles son las expectativas de la compañía y cuáles los criterios para determinar al ganador del premio monetario.  En ese momento, el gerente del hotel le advierte a Morrill que el tamaño de la reunión viola las reglas de los bomberos.

El virus se estaba propagando. En un evento del día siguiente en Israel, la oficina local de Google había cambiado de locaciones para manejar a la multitud.  En Londres, el registro para la conferencia de los desarrolladores se había llenado en dos horas. Los fanáticos estaban poniendo portales para la plataforma:  AndroidGuys, Phandroid, Planet Android. En Tailandia, el gobierno dividía un piso completo del Software Park –un encubador de negocios financiado federalmente ubicado en un rascacielos al norte de Bangkok– para el trabajo de desarrollo del Androide.  En Japón, aparecían libros rápidos sobre la programación Androide en las principales librerías.  En Chennai, India, los asistentes a la conferencia de desarrolladores de Nokia comparaban notas sobre el kit de codificación del Androide durante las presentaciones.

Tan pronto como los programadores empezaron a jugar con el simulador, vieron cuan grande era la ambición de Google.  La compañía estaba tratando de hacer programación para un teléfono celular análogo para programar para una PC o la Red.  Se les dijo a los codificadores que sus aplicaciones tendrían acceso constante a la Red, no la usual sensación del celular apúrese-y-espere.  Trabajar con la nube –habilitando programas para empujar o halar información hacia o desde la Red– era una obligación.  Todos los teléfonos Androides sabrían donde estaban todo el tiempo, ya sea activando el tablero del GPS o mediante las referencias cruzadas de las torres de celulares usando una base propietaria de datos poseída por Google.  Y a las aplicaciones se les permitiría compartir información, lo que al nivel más simple significaba de la clase de funcionabilidad copy-and-paste a lo largo de todos los programas que los teléfonos celulares actualmente carecían.

Aún mejor, al menos a los ojos de los desarrolladores, el equipo Androide había violado un principio fundamental de la industria inalámbrica:  los usuarios son demasiado tontos y peligrosos para confiarles software descargable.  Los ingenieros que escribieron cualquier sistema operativo celular ahora tenían que gastar tiempo y dinero para obtener claves de seguridad y certificados de ingreso codificado.  Androide permitiría que cualquier aplicación sea instalada y corrida, no había más preguntas.

Para la fecha límite del 14 de abril para la primera ronda del Desafío del Desarrollador, Google había recibido cerca de 1.800 de propuestas.  Los participantes iban desde grandes corporaciones hasta personas individuales de todo el planeta.  Solo una tercera parte era de EEUU.

Entre los sistemas de administración de contactos y herramientas de compras, habían aplicaciones que realmente cumplían la promesa del Androide, particularmente en su uso de reconocimiento de localización, redes sociales y computación de la nube.  Un desarrollador ofreció Jamdroid, un programa que permitía a su auto enviar datos en tiempo real del tráfico a un servidor central; la información es luego compilada y enviada a otros usuarios de Jamdroid, una multitud indicará las condiciones del camino.

LifeAware sigue la pista de su familia y amigos, dibujando en un mapa y alertando al usuario cuando, digamos, un niño se aleja de un área predeterminada. E-ventr organiza con Google Maps fiestas sobre la marcha. BreadCrumbz le permite compartir las fotos de los recorridos en auto y a pie con el mundo.  Androide tiene ya la mitad de las muchas aplicaciones externas de la plataforma BlackBerry de RIM y cerca del 10% del número ofrecido por Windows Mobile en Handango, el portal líder de descargas de aplicaciones –y eso es todavía meses antes del lanzamiento.

No había señal de que Rubin estuviese preocupado por el prototipo defectuoso que mostró en Mountain View: era solamente una maqueta que iba a ser llenada por otros.  Google entregaría las aplicaciones de arranque básicas, pero el arma secreta del Androide era realmente el efecto en la red.

Entre los desarrolladores hay una sensación de admiración de que el Androide esté guiando hacia la Web 2.0 al mundo celular que apenas llega a 0.5.  Si los fabricantes como Motorola y HTC sacan teléfonos malos, el Androide sufre.  Si las operadoras como AT&T y Verizon Wireless bloquean las puertas hacia sus redes, el Androide falla.  "Trabajar con socios no es fácil, y el sistema operativo es solo una parte de esto," dice Scott Rockfel, gerente de productos de grupo de Microsoft's Mobile Communications Business.  "Parece como que la estrategia de Google es 'sacar algo para que podamos poner nuestros servicios en el tope'.  Bien, muy rápidamente van a ver que los operadores de celulares no quieren ser canales tontos y de que los fabricantes quieren diferenciar a sus teléfonos".

Windows Mobile está ahora instalado en 140 dispositivos, alojados por 160 operadoras a nivel mundial.  La clave del éxito fue la habilidad de Microsoft para usar su dominio del escritorio como ariete.  Los negocios querían una integración suave entre sus correos electrónicos basados en la oficina y los teléfonos móviles, y al ofrecer eso, Microsoft pudo desafiar al BlackBerry.  "Google está tratando de copiar nuestro modelo", añade Rockfeld.  (No es que Microsoft no esté un poco nervioso.  A comienzos de año, compró la vieja compañía de Rubin, Danger, por US$ 500 millones.  Steve Ballmer ahora es el dueño del Sidekick, por si acaso).

Google dice que ha aprendido las reglas del juego –a veces por el camino difícil.  No hace mucho tiempo, la compañía amplió su versión móvil de Picasa, un servicio de edición de fotos, almacenamiento y presentación, para que sus usuarios puedan instantáneamente subir las imágenes desde la cámara de su teléfono.  Google lo llevó a una compañía telefónica para su ubicación pero  no pudo conseguir el respaldo necesario.  El servicio, que era gratuito, habría competido con uno similar ofrecido por la compañía –y por el que cargaban US$10 mensuales.  La idea de un cargador instantáneo móvil hacia Picasa fue archivado.

Esta vez Google va ir a su manera para calmar los miedos de los socios potenciales y pagar las necesarias lealtades.  Esa altanería que marcó sus relaciones del pasado han sido reemplazadas por al menos la apariencia de empatía y cooperación.  Cuando un fabricante de chips tuvo los pies fríos con la idea de tener algo de su código abierto, Rubin inmediatamente llamó a los ejecutivos principales para comentarles sobre los beneficios.  Luego él tiene a su ingeniero tope, Brian Swetland, sentado con los abogados de la fábrica de chips y sus ingenieros para trabajar en las soluciones.  "Tiene que ser muy cuidadoso al calcular como ayudarles a hacer la cosa correcta", dice Swetland.  Rubin también tiene un discurso muy bien preparado para los fabricantes de auriculares. Tienen miedo de peder sus indentidades individuales.  Rubin explica que el Androide les liberará de tener que gastar recursos valiosos en el manejo y mantenimiento de vastas cantidades de código.  En su lugar se pueden concentrar en el diseño del teléfono y en las aplicaciones propietarias (lo que permite la licencia de código abierto de Google).

Puede imaginarse el movimiento de las cabezas en la sala de reuniones cuando Rubin terminó la charla –¡nos atrapó!– y de hecho funcionaba muy bien.  HTC, un fabricante taiwanés que está cercanamente atado a Windows Mobile, ha construido un equipo de ingeniería de 200 personas para enfocarse en el Androide.  Motorola ha dado un paso más. El negocio de auriculares de la compañía depende del Androide para regresar con fuerza. Asignó a sus diseñadores estrella –la gente que hizo el Razr– para crear los nuevos modelos.  Los ingenieros de Good Technology, el competidor d BlackBerry que compró Motorola en el 2006, está ahora escribiendo aplicaciones para el Androide.  Para Motorola, el Androide tiene que trabajar.  "Este fabricante está en la caminadora, tratando de cambiar hardware cada seis meses, eso es innovador y delgado, con pantallas más grandes y costos menores, mientras tienen que hacer sistemas de integración", dice Rubin.  "El resultado neto es nada de innovación.  No tienen tiempo ¿Sabes qué?  Nosotros hacemos muy buen software.  Podemos tomar todo ese trabajo."

Convenciendo a las grandes operadoras – esa fue la tarea más difícil.  Para ellos, Rubin les está ofreciendo un precio imbatible del Androide: gratis.  El software normalmente es el 20% del costo del teléfono.  Los proveedores de servicio podrán guardarse las ganancias o usarlas para aparatos más baratos para tener más consumidores atados a los smartphones, incrementando el número de los planes lucrativos de datos inalámbricos.  Así, Rubin insiste en que el software Androide alcanzará los límites de las redes de las operadoras consideradas.  "Tenemos que ser conscientes del costo en que incurren para comprar el aire," dice.  "Así que no queremos usar demasiados datos.  Debemos pensar constantemente sobre como podemos darles a los usuarios una gran experiencia sin perder el espectro".

El Androide pudo persuadir solo a  T-Mobile y Sprint Nextel para unirse a la Open Handset Alliance. Nada es sorpresa:  T-Mobile participó con Rubin en el Sidekick, y una de las portadoras más pequeñas está más dispuesta a correr riesgos. Sprint, que sufre de la agitación masiva del cliente y de deudas, parece jugar por algo que le podría ayudar.  Pero Verizon Wireless y AT&T, pasaron.  "No había nada viable que deseemos considerar", dice el vocero de Verizon Wireless Jeffrey Nelson.  Esta primavera, la portadora inclusive respaldó a un competidor del Androide,  un consorcio abierto llamado LiMo Foundation.

¿Y porqué se uniría un operador de red a la causa Androide?  Androide –como el iPhone– acelerará el día cuando las compañías de teléfonos lleguen a ser nada más que un canal tonto para el envío de datos.  Si se maneja para convertir al celular en una herramienta perfecta para navegar y computar en la nube, con la voz como solo otra aplicación bonita, luego las únicas cosas que quedan para diferenciar a una portadora de otra serán quienes tienen la mayoría de torres y cual los planes de datos ilimitados más baratos.  La decisión del Androide para dejar que cualquiera haga las aplicaciones es también un desafío.  Ahora, los desarrolladores que quieren tener su aplicación en un teléfono AT&T tienen que entregar parte de sus ganancias además de cumplir requisitos rigurosos de seguridad.  (Apple ha copiado este modelo: JObs & Co. reducirán en un 30% a todas las aplicaciones de los iPhones, que están disponibles únicamente a través de Apple.)  Bajo las reglas del Androide, todos son sus propios jefes.  Ninguna portadora grande va a ceder su red a Google por nada.  Y si Google no aparece en las redes más grandes, que juntas tienen el 54% del mercado inalámbrico estadounidense, no aparecerá del todo.

Hay, sin embargo, un incentivo que todavía Google puede ofrecer que podría atraer a las portadoras: acceso a su mina de publicidad, que se espera en este año llegue a US$16 mil millones.  La oportunidad de probar el oro de Google ha tentado a competidores como AOL, Ask.com, y potencialmente inclusive Yahoo, a sellar acuerdos de participación.  Se espera que la publicidad de Mobile crezca de más de US$ 1,7 mil millones en el 2007 a US $12,8 mil millones en el 2011.  Si Google puede traducir su dominio de la Red a la arena celular ¿quién no querría ser su socio?  (Google dice que no puede comentar sobre el futuro de sus acuerdos de publicidad).

"Tiene un desafío significante en la movilidad, en aquella de donde las pantallas son mucho más pequeñas, así que no puede presentar mucha publicidad o tomar mucho espacio", le dice el cofundador de Google Sergey Brin a analistas de Wall Street un una reciente conferencia. "Por otro lado, tiene información más relevante y a tiempo, como en que lugar puede estar una persona, así que el balance me deja muy optimista."

Y si la zanahoria no funciona, Google tiene más de US$ 12 mil millones en efectivo que puede usarlo para forzar a las portadoras a abrir sus compuertas o a lanzar su propia red inalámbrica.  A comienzo del 2008, la compañía ofreció US$4,7 mil millones para comprar el principal espectro de 700-MHz en una subasta de la FCC.  Google perdió ante Verizon Wireless pero llevó el precio lo suficientemente alto para disparar una regla  que pide que los nuevos operadores del espectro permitan el acceso a cualquier dispositivo.  (Google está ahora furiosamente ejerciendo presión a la FCC para hacer que un renuente Verizon Wireless cumpla las reglas).

En mayo, Google entregó US$ 500 millones para apoyar a Clearwire, un sistema nacional WiMax con socios que incluyen a Intel, Comcast y Time Warner Cable. Cualquier dispositivo, incluyendo los teléfonos Androide, serán capaces de usar la red inalámbrica de alta velocidad, sacando a las portadoras del camino.  "Necesita algo más sustancial que una coalición de voluntades para cortar el hielo con Verizon y AT&T", dice Jeffrey Lindsay, un analista con Standford C. Bernstein en New York.  "Son competidores formidables".  Google prefiere asociarlos, pero parece que está listo para pelear.

Larry Page no parece preocupado por los detalles.  Tiene a la gente que hará todo lo necesario para hacer que el Androide funcione.  Estamos a la vuelta de la esquina de su oficina, en otra sala de reuniones de Google.  "Ese teléfono que lleva", dice, "pensamos en él como un teléfono, pero en realidad es una computadora ¿correcto?"  Page lleva una chaqueta azul sobre una camiseta blanca.  Se inclina en su silla hacia adelante. "Hemos aprendido de las computadoras que es muy bueno tener una conectividad completa, ser capaces de conectar todo de una manera abierta.  También hemos aprendido que es bueno correr cualquier aplicación que quiera, también de una forma abierta.  Para mucha gente y por mucho tiempo en su vida, el teléfono es su principal plataforma de comunicación.  Miramos a esas tecnologías y decimos, wow, podríamos hacer mucho más".

Page rara vez demuestra mucha emoción, pero detecté un poco de emoción genuina cuando habla del Androide.  No es solo otra más de las mini aplicaciones, como Google Checkout o Google Desktop, parece que los ingenieros las dejan caer del aire en la Red todas las semanas –cada una de las cuales tiene el potencial de llegar a se un desafío masivo para un competidor afianzado o mantenerse en desarrollo por siempre.  Esto es un gran juego.  Está diseñado para cambiar una industria junto con Google.  "La gente puede debatir cuanto demoremos, pero confían en un 100 por ciento que lo haremos", dice Page.

¿Y si no? No muchos aspectos negativos.  Si la única cosa que consiga el Androide –como Page lo sabía antes de que Rubin llegara a Google hace tres años– es lograr que la gente gaste más tiempo en línea, Google todavía obtiene rentabilidad.  Más usuarios significa más gente viendo las páginas con los avisos de Google. Si lo hacen desde un teléfono Androide, excelente. Si no, pero están en un teléfono hecho más amigable gracias a la presión competitiva de Google, también está bien.  "Espero que sea el Androide", dice Page.  Pero de cualquier forma, Google gana.

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